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La importancia de Estella como enclave comercial en la Edad Media, analizada a través de su cerámica

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Estella fue un destacado enclave comercial en la Edad Media y consiguió, entre los siglos XIV y XVI, desarrollar un escenario burgués marcado por el cosmopolitismo y la conectividad, partiendo de una sociedad rural, dominada inicialmente por las producciones locales

Todo ello puede deducirse del análisis de sus restos arqueológicos, concretamente, piezas de cerámica, tal y como se refleja en la tesis defendida en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) por el historiador y arqueólogo Jaime Aznar Auzmendi (Pamplona, 1976) y dirigida por la catedrática del Departamento de Geografía e Historia de la Universidad Eloísa Ramírez Vaquero y codirigida por el catedrático de la Universidad de Zaragoza Carlos Laliena Corbera. La tesis obtuvo la máxima calificación: sobresaliente “cum laude” y se encuentra disponible en el repositorio web de la Universidad, Academica-e.

La investigación, titulada “La cerámica medieval de Estella”, realiza un repaso por la historia de la ciudad del Ega, “uno de los mejores testimonios de la Navarra medieval que puedan encontrarse, tanto desde el punto de vista patrimonial como socioeconómico”, tal y como destaca el investigador. En su estudio, Aznar ha analizado los resultados de excavaciones arqueológicas que tuvieron lugar en la urbe entre 2000 y 2010 y que extrajeron piezas que pueden datarse entre finales del siglo IX y comienzos del XVI. La gran mayoría de las intervenciones fueron realizadas bajo la dirección de Mikel Ramos Aguirre, de la empresa Navark.

Las excavaciones se dividieron en tres áreas distintas a fin de facilitar la labor investigadora: área Cerro (castillo de Zalatambor, Judería Nueva, iglesia de Santa María Jus y la puerta-torre de esta misma iglesia), área urbana (calles Astería, Calderería, del Puy, Mayor, Navarrería, San Nicolás, La Rúa, San Pedro de la Rúa y la calleja del Rey) y área Monjardín (castillo de San Esteban de Deio, Castillo Viejo y Urbiola).

Tal y como se recoge en la investigación, antes de convertirse en una ciudad próspera, Estella acogía poblamientos dispersos y de poca densidad, características propias del típico paisaje rural a comienzos de la Edad Media. Esta situación cambió con la conquista de la monarquía pamplonesa, encarnada por Sancho Gracés I, y entre los siglos XII y XIII Estella creció, se acometieron grandes obras y el comercio se convirtió en su principal actividad económica, todo ello impulsado también por la importante influencia del Camino de Santiago.

No obstante, en el siglo XIV se produce un cambio de ciclo económico, agravado por la continua crisis política. Además, las hambrunas y la Peste Negra hicieron su aparición, circunstancias ambas que produjeron una importante merma en la población. Por su parte, la crisis económica hizo desaparecer el barrio del Arenal en 1370, mientras que San Nicolás lo haría a comienzos del siglo XVI. El castillo situado en Zalatambor fue objeto de varios asedios por parte de las tropas castellanas en el siglo XV, al tiempo que tomó partido por la facción agramontesa en la guerra civil. La rendición de Estella en 1512 fue “el epílogo de un esplendor hacía tiempo terminado”, según señala el investigador, que precisa que se “hacía necesaria una aproximación diferente a la historia de la ciudad del Ega y su rico pasado, que no podía limitarse únicamente al relato de sucesos históricos”.

Los fragmentos más tempranos hallados en las excavaciones a los que hace referencia la tesis doctoral se datan en los finales del siglo IX o comienzos del X, y se localizan en yacimientos ligados a estructuras defensivas. “En su mayoría, son útiles de cocina que ocasionalmente pueden presentar decoración, lo que demuestra que, en el espacio pre y proto-urbano de Estella, había una pequeña red de producciones locales, similar a la Navarra media y oriental”, según relata Aznar.

Ya en el casco urbano, las evidencias cerámicas pueden fecharse a partir de los siglos XI y XII. Tal y como explica el investigador, “los burgos francos atesoran un nuevo tipo de cerámica, de cocina y mesa, que se extiende también a los enclaves defensivos del Cerro de Los Castillos y Monjardín. Hablamos de una serie de artefactos técnicamente depurados, con tratamientos de superficie como el vidriado que aparece en los siglos XII y XIII”. Al mismo tiempo, “comienza a generalizarse el uso de elementos decorativos, que revelan un comercio más extenso y que involucra a regiones como País Vasco o La Rioja”, continúa el autor de la tesis.

A partir de los siglos XIII-XIV, se aprecia una caída de las producciones locales, que se vieron superadas por el creciente número de importaciones, según se ha apuntado. También se extenderá el uso del vidriado y del esmaltado, tratamientos de superficie que proseguirán en el siglo XVI. En el ámbito decorativo, las líneas pintadas se acabarán imponiendo a cualquier otro recurso técnico, tanto en su variedad esquemática como figurativa, y este desarrollo afecta por igual a los útiles de cocina, almacenaje o mesa, dotándolos de líneas más sinuosas y mejor trabajadas. Por otro lado, apunta Aznar, “sigue prevaleciendo la red comercial heredada de la etapa anterior, a la que debemos añadir los productos aragoneses de centros como Muel, Huesca o Teruel. También el levante se hizo presente a través de ejemplares prodecentes de Manises, Alicante y Castellón. De forma aislada, se registran importaciones castellanas, de León y Valladolid, e incluso de Montpellier, en el sur de Francia”, destaca. Este recorrido a través de las piezas evidencia, como se ha apuntado al inicio, el impacto del comercio en una sociedad eminentemente rural.

Jaime Aznar Auzmendi es licenciado en Historia por la Universidad de Navarra y obtuvo la Suficiencia Investigadora en Arqueología en la Universidad de Granada (periodo en el que realizó trabajos arqueológicos en esta localidad y en Almería). Ha trabajado como arqueólogo durante diez años para las empresas Trama y Navark en las localidades de Pamplona, Beriáin, Estella y Fitero; y también realizó trabajos en El Cairo (Egipto) para el IFAO (Instituto Francés de Arqueología Oriental) y la Fundación Aga Khan.

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