El choque de trenes parece ya inevitable. El Fiscal General del Estado daba la orden ayer de imputar a todos los alcaldes catalanes que hubieran firmado la aceptación de poner urnas el 1 de octubre. Además ha dado la orden de detener a todos aquellos que no se presenten en el juzgado. Si a ello unimos que la policía autonómica catalana, por lo menos de momento, salvo trampa monumental, va a perseguir a quienes intenten poner urnas en 1-O, el tren de la independencia catalán, no parece que vaya a tener mucha fuerza en su choque.
Puigdemont y los suyos se han quedado ya solos. Es cuestión de tiempo que, cual fruta madura, caigan irremediablemente. Aunque la duda impera cuando sólo preocupa el 1-O y nada ocurre con los responsables políticos y de gobierno que han tramitado, votado y aprobado la Ley de Referendum.
La aplicación del artículo 155 parece ya obligada para el Gobierno de Rajoy. Un gobierno, no obstante, que ha demorado en exceso la toma de decisiones y dado alas al independentismo y que, a día de hoy, no se tiene certeza de que vaya a ser aplicado.
Un independentismo que, aún ayer, hacía declaraciones altisonantes, consciente de que una huida hacia adelante es lo que le queda.
De todas las maneras, surge la reflexión. El independentismo podrá perder hoy, pero podrá recoger los frutos mañana. Si el Estado no interviene con políticas de educación serias que cambien el tremendo lavado de cerebro que hoy sufren los jóvenes en una gran parte de las escuelas catalanas, el futuro volverá a crear independentistas con cada vez un odio mayor hacia España.
El Estado autonómico no puede ser el caldo de cultivo del independentismo. Urge un cambio de políticas territoriales y sociales para conseguir mantener la unidad de España, tan demandada -dicen- por nuestra Constitución.
No será porque no hubo tiempo en 37 años de ir enmendando los errores de partida de ese Título VIII de la Constitución , que un ciego hubiera podido ver que eran la puerta de este «choque de trenes». Las cesiones de transferencias para obtener el «favor» de los nacionalismos para construir «mayorías» parlamentarias complementaron el desaguisado y la falta de decisión para cortar los desafíos secesionistas desde 2006, tras la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña -cuando menos-, hicieron el resto. Lamentarse ahora, sirve de poco y tiempo para actuar de una vez con contundencia, aún queda, pero muy poco si no se da el golpe definitivo sobre la mesa.
Rajoy debe aplicar ya el artículo 155. La Historia se lo agradecerá.