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Tradiciones jacobeas de Navarra: Del Pirineo a Pamplona (1)

Si desde siempre se ha dicho que todos los caminos conducen a Roma, No podía faltar un buen número de caminos que conduzca a Compostela, desde cualquier parte de España y de Europa. Siendo el Camino, por antonomasia, es el Camino francés, que entra en España por Roncesvalles o Somport y que unifica en Puente la Reina (Navarra).

El Codex Calixtinus, de 1134 (también llamado Liber Sancti Jacobi) se tiene como primer «libro de viajes» de la literatura occidental. Su presunto autor llevaba por nombre Aymeric Picaud, un clérigo galo (franco) algo desprovisto de conocimientos históricos y otras virtudes, aunque bien provisto de prejuicios, y que váyase a saber por cuál motivo, se despachó a gusto contra los indígenas, singularmente pero no sólo en su Libro V, Cap. VII, titulado «De los nombres de las tierras y de las cualidades de las gentes que se encuentran en el camino de Santiago» en el que pasar el Pirineo y vomitar críticas es todo uno; y sin más comentarios, reproduciré a continuación algunos párrafos.

En el camino de Santiago, por la vía de Toulouse, pasado el río Garona, se encuentra en primer lugar la tierra de Gascuña; y luego, superado el Somport, la tierra de Aragón y después Navarra, hasta el Puente del Arga y más allá. Las gentes de esta tierra son feroces, como la tierra en que moran es feroz, silvestre y bárbara. Son feroces sus rostros y feroz su idioma bárbaro, todo atemoriza el alma de quienes los contempla. […] Como vemos, comen, beben y visten puercamente. Pues todos tienen la costumbre, en la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, de comer todos los platos mezclados a la vez en una cazuela, sin utilizar cuchara, sino con las manos, y suelen beber del mismo vaso. Si se ven comer, se les tomaría por perros o cerdos comiendo. Y si se oyen hablar, recuerdan el ladrido de los perros, por lo bárbaro de su lengua. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al prebítero, belaterra, lo que quiere significar bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; y a Santiago, iaona domne Iacue.

Este es pueblo bárbaro, diferente de los demás en costumbres y modo de ser, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, depravado, perversos, pérfidos, desleales, lujurioso, borracho, agresivo, feroz, salvaje, malvado y réprobo, impío y rudo, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los hunos y sarracenos, y completo enemigo de nuestro pueblo galo. […] Además,  también usan los navarros de las bestias en impuros fornicios. Y cuentan que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie sino él mismo se le acerque. También besa lujuriosamente el sexo de su mujer y de su mula. Por todo lo cual, los navarros han de ser censurados por los discretos”.

Pasando por alto otros fragmentos, testimonio de la animadversión de Aymeric Picaud ¿Rencor de un franco coetáneo de la Chanson de Roland? Seguiremos el Camino de Santiago, reteniéndonos algo en parajes en donde podemos encontrar algún personaje, algún milagro, algún hecho histórico o alguna vinculación literaria de las infinitas joyas e hitos que jalonan cada paso, cada piedra, del Camino del que Victor Manuel Arbeloa escribió: “Viejo camino de fe / de la Aurora peregrina. / Guía segura y doctrina / de la Cristiandad a pie. / Contigo voy. Y no sé / de dónde vienes rezando / ni a dónde vuelves cantando / con tu concha y tu bordón. / Camino del corazón, / lo tuyo es ir caminando”.

Valcarlos (que toma su nombre del Valle de Carlos, en honor a Carlomagno), Roncesvalles y Cisa son lugares que han pasado a la historia y a la literatura por la Batalla de Roncesvalles, desde romances carolingios como el que reza “Mala la hubistyeis, franceses,/ en ésa de Roncesvalles, / don Carlos perdió la honra, / murieron los doce pares […] a aquél que quiera saber / lo que los navarros valen / un nombre con once letras / les contesta RONCESVALLES”.

Ya entrando por Roncesvalles menos conocido es el milagro de Cisa, un alto cercano en donde un Ángel aconseja a Carlomagno que, para enfrentarse a los moros reúna a las doncellas de su imperio. Éste obedece, arma a unas 50.000 las dispone en formación militar de soldados “de largos cabellos y hermoso porte” ante quienes los musulmanes detienen su ataque, meditan y se convierten al cristianismo. Las jóvenes de retorno al campamento clavan en el suelo sus lanzas, disponiéndose al descanso, pero al despertar al día siguiente, todas las armas se han transformado en los hermosos árboles de lo que hoy se conoce como el “Bosque de las lanzas floridas”.

Cisa es también la ubicación del milagro en el que de 30 caballeros de la Lorena, que peregrinan a Compostela, todos menos uno se comprometen a prestarse ayuda en el Camino.  Uno de ellos cae enfermo y es abandonado por todos salvo por el que no quiso comprometerse. Llegan juntos a la cima y, tras rezar a Santiago, se les aparece un soldado que monta a ambos en su caballo, a lomos del cual, en una noche les conduce a Compostela, donde tras enterrar al muerto, se da a conocer como el Apóstol Santiago.

En Zubiri los lugareños se afanaron para levantar un puente de piedra sobre el río Arga que facilitara el paso a los peregrinos. Mas lo que parecía que una maldición impedía el éxito de la obra. Ante la dificultad de levantar el pilar central, decidieron excavar en la roca que tenía que soportarlo. Ahí y con gran sorpresa hallaron los restos perfumados de una joven. La invención resultó ser el cuerpo de Santa Quiteriaprotectora de la rabia (creencia que la leyenda atribuye al hecho de que los perros siempre se calmaran en presencia). Piadosamente lo colocaron sobre una mula y, en solemne procesión, se encaminaron en procesión hacia la catedral de Pamplona. Pero se cuenta que llegando a Burlada, la mula se detuvo y no hubo manera de hacerla avanzar. Así se decidió que era deseo de la Santa permanecer para siempre en aquella villa caminera y allí se depositaron sus reliquias. Hoy una pequeña calle de Burlada conmemora este hecho y sus reliquias se reparten entre Marjaliza (Toledo), Burlada y Tudela (Navarra) y Lanuza (Huesca). No deja de haber un parecido entre la tradición de la detención de la mula de Santa Quiteria con la del burro que llevaba los restos de San Gregorio Ostiense, obispo cuyo cráneo es venerado en la basílica de Sorlada. También y a modo de curiosidad, recordemos la cancioncilla de inextricable significado que suele cantarse en la zona de Zubiri: “Santa Quiteria parió por un dedo. / Podrá ser verdad,/ pero no me lo creo”.

En el término de Yesa, se halla el Monasterio de San Salvador de Leyre. Aquí no voy a hablar aquí de este lugar, que ya traté mi artículo de 1999 “El sueño del monje y el canto del pájaro: una tradición jacobea”, publicado en el Nº 14 de PREGÓN.

La Fuente de las Vírgenes Nunilo y Alodia es otro lugar milagroso de Leyre. Las santas mártires Nunilo y Alodia nacieron hacia el año 830, de padres acomodados (un muladí o converso al Islam y una cristiana) en Adahuesca, cerca de la fortaleza de Alquézar, en tierras de Barbastro, siendo Califa Abd al-Rahman II. San Eulogio de Córdoba hace mención expresa de su glorioso martirio. Fueron decapitadas por confesar heroicamente la fe católica en la ciudad de Huesca un 21 de octubre, a la edad de 18 y 14 años. Los restos de sus cuerpos, por deseo de los Reyes de Navarra, fueron trasladados, al Monasterio de Leyre en una arqueta arábigo-persa hasta  la desamortización de 1862.

Su milagro se remonta a principios del siglo XVII, cuando una gran sequía asolaba los campos de labrantío y pasturaje de la zona, de tal forma que todos daban por perdida la cosecha. Entonces los alcaldes y sacerdotes de Yesa, Liédena, Sangüesa, Lumbier, Bigüezal, Tiermas y Castillonuevo decicieron que sus poblaciones peregrinaran a Leyre en procesión para rogar a las santas que hicieran caer la deseada lluvia. Todos acuden llenando el monasterio y sus aledaños. El Abad encomendó al Prior, Fray Antonio de Reque que atendiera a los romeros y, entre el tañido de las campanas, preces, letanías y cánticos, éste saca la urna que contiene las reliquias de las santas y la conduce procesionalmente a una fuente cercana; extrae un hueso de la arquilla, lo introduce en el agua, cubierto  con un lienzo en señal de respeto. Al contacto con el agua hueso y paño quedan cubiertos con gotas de sangre… Así Dios, por medio de sus santas, obró el milagro y los fervorosos peregrinos verían sus trojes rebosantes de trigo y toda clase de frutos. Hoy el lienzo salpicado de sangre y custodiado durante años en Pamplona, ha vuelto de nuevo a la abadía.

Sin apartarnos mucho de Yesa, camino de Sangüesa encontramos la casa natal de San francisco de Javier, Copatrono de Navarra y Patrono universal de las misiones, cuyo Cristo sudó sangre el día de la muerte del santo.

Otro santo universal relacionado con Sangüesa es uno de los cinco peregrinos italianos que, habiendo entrado por Somport, se dirigían a Compostela. Hicieron un alto para contemplar las obras de la iglesia de Santa María y se dirigieron al convento de los Carmelitas para reponer fuerzas. Los monjes les atienden caritativamente, les dan cura, baño, alimento y reposo y, antes de que marcharan, el padre prior les pide que firmen en el registro de la casa como recuerdo de su presencia y, uno a uno, van estampando sus nombres: Bernardo, Aldeario, Rufino, Ángelo y, en ultimo lugar, un tal FRANCISCO DE ASÍS.

El moral de Rocaforte, junto a Sangüesa, es testimonio de un milagro atribuido al Poverello. Éste se retiró una temporada a orar en una capilla dedicada a San Bartolomé y en cuyo huerto había un moral. Allí se estableció una comunidad franciscana. El moral se secó al marcharse la comunidad y reverdeció cuando ésta regresó. Según la tradición, aún se conserva en el lugar la piedra del descanso utilizada por el santo para reposar y la fuente donde calmaba la sed.

Varias son las localidades que median entre Sangüesa y Pamplona, pero, a fin de no pormenorizar, recorreré las principales con el poema “Etapas de un Camino (De Leyre a Monreal)” de Salvador Muerza: ”Sobre el puente ronzales,/ en Yesa un ramo de aliagas/ recorre como recuerdo / el agua de ayer catada. / Javier, con el santo cristo, / se hace viento universal / Yymar de las javieradas / que caminan a su mar. / Sangüesa, cielo apostólico / al pie de Santa maría; / Santiago fortaleciendo / su torre mientras camina. / Liédena sigue esperando / con su calzada romana / y la Foz canta su paso / en su incesante escarpada. / En Idocin hay aromas / de piedras monasteriales; / la peña Izaga le mira / y San clemente lo sabe. / Monreal, monte real, / se coronó de un castillo, / y su puente de dos arcos, / dos verdades de un Camino”.

PAMPLONA es una ciudad en la que el Camino, que entra en ella por el Portal de Francia, la atraviesa y sale por la Universidad, está presente de muy diversas formas. De hecho, junto con San Saturnino de Toulouse, el patronazgo de la ciudad es compartido por Santa María del Camino, venerada en el mismo templo que el obispo francés y evangelizador de Pamplona, en cuyo lado sur la Virgen del Camino, Reina y señora de Pamplona, preside una capilla.

La tradición barroca narra que la Virgen, sintiéndose abandonada en una ermita de Alfaro, se trasladó en una noche a esta Iglesia, en donde se aposentó en una alta viga de inverosímil acceso. Los fieles de Alfaro protestaron, vinieron a buscarla y la devolvieron a su capilla, pero la Virgen obró de nuevo el milagro y volvió a la iglesia en donde hoy permanece su talla del siglo XII.

Este milagro lo narra jocosamente Premín de Iruña en el siguiente poemita: “En Rioja hay una ermita/ Junto al camino real,/ Y allí una Virgen Bella/ Triste solía estar/ Viendo que nadie entraba/ A la iglesia a rezar/ Siquiera un Padre Nuestro,/ Ni hacer por la Señal./ La Virgen se salió/ Y a San Cernín de Iruña,/ Tipi tapa vinió./ Y a una viga muy alta/ La Virgen se subió./ Y allí con su Niñico/ La noche se pasó./ La mañana siguiente,/ Al verla el sacristán,/ Se subió a las campanas/ Y se empezó el din dan./ Todos los irunshemes/ La fueron a adorar/ Y la hicieron patrona/ De esta noble ciudad”.

Pedro Sáez Martínez de Ubago, investigador, historiador y articulista

 

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