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Javier Marías: He sido impertinente siempre, un aguafiestas

Javier Marías: He sido impertinente siempre, un aguafiestas

El escritor Javier Marías no tiene ordenador ni «smartphone» y los «ecos» de las tanganas en las redes sociales a propósito de algunas de sus opiniones le llegan pero es «como si no existieran». Y va a seguir. «He sido impertinente siempre, un aguafiestas», afirma en una entrevista con EFE.

«He dicho siempre lo que pensaba. Me trajo problemas en los años 80, pero digo lo que me parece y critico lo idiota, lo injusto o lo equivocado», sostiene el también académico y traductor, que publicará su decimoquinta novela, «Berta Isla», el próximo 5 de septiembre.

Sus opiniones sobre la poeta Gloria Fuertes, el feminismo moderno, Podemos o el teatro español han suscitado a menudo los fines de semana, cuando aparece su columna en El País, vivas polémicas en las redes sociales y réplicas humorísticas como la de Joaquín Reyes, en la que le llamaba «cascarrabias» y le proponía «darle un abrazo».

«Escribí un artículo muy duro sobre el despilfarro en el ministerio de Defensa. Nadie dijo nada, pero opinas que el teatro actual no te gusta y se arma. La intolerancia es la misma que la de los peores tiempos intolerantes de este país. Qué se le va a hacer», asume.

Marías publicó el pasado 4 de junio la columna «Las noticias intrascendentes», en la que se preguntaba si había cálculos sobre lo que le costaban al país «las egolatrías», «los proyectos superfluos» y «las meteduras de pata» de los gobernantes, y ponía de ejemplo la noticia de que Defensa tendría que pagar «243 millones por 13 aviones» que ya no le interesaban.

Esa columna, dice, pasó «inadvertida» pero, sin embargo, causo un gran revuelo la del 22 de enero, titulada «Ese idiota de Shakespeare», en la que afirmaba que «si uno va hoy al teatro se expone a cualquier sandez de directores que adaptan grandes clásicos a las tontunas contemporáneas».

Cuando se «monta una gorda» le llegan ecos pero «no se acerca», es «como si no existiera»: «Lo de los tuits es como lo de las conversaciones de la gente por teléfono, yo no me acerco a escuchar lo que dicen», compara.

La última que ha provocado una gran polvareda de comentarios ha sido la del 25 de junio, «Más daño que beneficio»: «francamente, me resulta imposible suscribir que Gloria Fuertes fuese una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio», sostenía.

«Antes no había efecto mimético ni de contagio, que trae algo preocupante: patrullas de vigilancia de las buenas costumbres de ahora», subraya.

Las «buenas costumbres» eran antes «ir a misa y besar la bandera. Ahora son otras, pero igualmente totalitarias y autoritarias. Lo sagrado es distinto pero sigue siéndolo y parece que no se puede opinar sin que le lluevan a uno toda clase de improperios», arguye.

El autor de «Corazón tan blanco», cuyas obras se han publicado en 43 lenguas y en 55 países con más de 8 millones de ejemplares vendidos, lamenta que se haya pasado «de la tontería de toda opinión es respetable -‘¿es respetable decir que a todos los judíos hay que gasearlos?, por ejemplo’- a ojo con opinar algo que me desagrade», añade.

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