La clase política suele hablar con ligereza de la educación. Cree que resolviendo los problemas en los despachos a base de decir qué no hacer, que va a aumentar, por ejemplo, el presupuesto educativo, es suficiente.
Reforma va, reforma viene y los problemas sin resolver. Tres reformas han pasado en pocos años, a cual peor, y cada vez la comunidad educativa se siente más olvidada.
Navarra no podía ser menos en el caos de la educación en España. En esta legislatura, con un gobierno nacionalista a sus espaldas, esta región ha visto cómo hasta tres veces eran cambiados los responsables educativos sumiendo, con ello, al Departamento y generando una inmensa incertidumbre en la comunidad educativa. Por si fuera poco, este último curso escolar, el del 2016-17, se ha querido cambiar tanto, que la comunidad educativa, hasta última hora, no sabía a qué atenerse, no sabía cuándo iba a terminar el curso, ni cómo, ni porqué.
Ahora, terminado ya el curso, se anuncia un rimbombante Plan de atención a la diversidad y de lucha contra el absentismo y se sugieren aportaciones. Un gobierno no debería actuar con tanta prisa y menos sólo por el hecho de decir que han cambiado las cosas. Las aportaciones sugeridas deberían pedirse antes de y no después de.
La teoría es muy bonita, pero la práctica es la que revela lo acertado o no de unos planteamientos. Un gobierno debería dejar la política a un lado cuando habla de Educación, mientras esto no suceda la educación seguirá obteniendo los pésimos resultados que obtiene en estos momentos y los gobiernos seguirán sin poder hacer nada, eso si, prometiendo, pero no cumpliendo.