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La utopía del centro. Un viaje a la transversalidad

Escribía hace unos años sobre este asunto tan “generosa” y genéricamente utilizado -Febrero de 2012-, antes de empezar a hacerlo en los medios digitales que hoy tienen la gentileza de publicarme y recién comenzada la primera legislatura de don Mariano Rajoy. Decía entonces que debíamos comenzar por preguntarnos qué es el centro porque, no nos engañemos, es muy difícil -en política, al menos, más allá de cómo fórmula “comercial” para algunos- eso de estar en el «centro», en donde, según el refrán «… está la virtud», cualidad no muy presente entre nuestros “próceres”, por lo que vemos desde hace años.

Ciñéndonos a nuestra Historia reciente, creo que aquel partido -Unión de Centro Democrático, UCD-, que Adolfo Suárez formó, era, en su origen, más bien de centroderecha, si no de derecha auténtica con alguna “incrustación” socialdemócrata -como Francisco Fernández Ordóñez, q.e.p.d., que no sé si llegaría a militar en la UCD pero sí que se pasó después al PSOE-. Ya empezaba la “transversalidad” aunque de mucho mayor nivel profesional y sin que, todavía, se hubiese adoptado el término como un mantra de lo “políticamente correcto”.

No olvidemos tampoco -si UCD era de “centro”- el escaso tiempo que tardó en «hacer agua» y las luchas internas entre las dispares corrientes que lo integraron hasta su práctica desaparición en pocos años. En las elecciones de 1982, Leopoldo Calvo-Sotelo, sucesor de Suárez tras su dimisión y el frustrado -¿sería mejor decir “amañado”?- golpe de Estado del 23-F de 1981, creo recordar que tuvo la “estimulante” cifra de doce diputados -desde los 167 de la legislatura anterior-, es decir, el supuesto «centro» desapareció.

Es cierto que desde la UCD se diseñó una gran labor de unión y acercamiento, basados ambos, sobre todo -no se debe olvidar esto-, en el gesto de generosidad de los que gobernaron hasta entonces, que admitieron a los “herederos” de los derrotados en 1939 -incluso ilegalizados como el Partido Comunista de Santiago Carrillo-, facilitando unas primeras elecciones democráticas en 1977 y la redacción de un texto constitucional que sirviera para la transición, que “NO” se ha respetado mucho en los últimos años, empezando por el propio Tribunal Constitucional -“garante” de la Constitución- , varias veces “corrector” del Tribunal ¿Supremo? si el guión lo requería, que parece ser una especie de Institución de “equilibrio” de poderes políticos para hacer la “interpretación” que conviene a los intereses del reparto parlamentario – no muy “claros” en ocasiones- como vimos con el Estatuto de Cataluña, la permisividad con BILDU -marca negra (que no blanca) de ETA- para las elecciones municipales y autonómicas de 2011 o el referéndum de cartón de Noviembre de 2015 en Cataluña, por citar sólo algunos casos, que “justifican” para algunos la “urgente” necesidad de reformar la Carta Magna, que trataba en mi artículo de hace un par de semanas.

Pero, sobre todo y visto con la perspectiva de los años y lo sucedido desde entonces -en mi opinión claro, aunque, me consta, en la de muchos españoles también-, fue también la UCD quien “sembró” la simiente -Título VIII de la CE abierto- que germinó en los «males» actuales de España, al dar paso, con aquel «CAFÉ PARA TODOS» del Profesor Manuel Clavero -ministro entonces de Administraciones Públicas, creo recordar, con Suárez- para no “molestar” demasiado al resto de comunidades tras la barbaridad de reconocer a las mal llamadas «Nacionalidades Históricas» -Cataluña, Vascongadas y, en menor medida, Galicia-, cuando ninguna de ellas lo era más allá de las demás, y sembrando también el “todos iguales”, que haría brotar el “sentimiento nacionalista” -cuando no independentista- en regiones que ni sabían lo que eso significaba.

No entraré en la demencial distribución administrativa  -“Autonomías uniprovinciales», parlamentos clientelares, empresas públicas inútiles y deficitarias en su mayoría, etc.- que sólo sirvió para crear pequeñas taifas en las que los reyezuelos han ido creando sus “reinos” (cortijos, sería más apropiado decir en algunos casos) abusando de la debilidad/necesidad  de los gobiernos centrales que han permitido  -cuando no impulsado- que casi desapareciera  la idea de Nación Española, aparte de arruinar la economía disparando el número de «súbditos» (funcionarios y asesores) para asegurarse la perpetuidad en el poder  e incrementar el gasto público inútil -salvo para ellos y su entorno, claro- siguiendo aquello que dijo en el Senado la entonces ministra de “incultura” de ZP, Carmen Calvo: «EL DINERO PÚBLICO NO ES DE NADIE», que muchos “servidores” públicos -sería mejor llamar a algunos “servidos de lo público” (y de lo privado, según vemos ahora)- demostraron haber incorporado a su ADN político.

Cierto que no creo que el bueno de Adolfo Suárez pensara -ni en su más macabra pesadilla- que aquellos primeros pasos buscando una transición pacífica e “igualitaria” degeneraran en esto, pero no lo es menos que empezar por contentar a nacionalistas/separatistas y “sembrar la semilla” de “sentimientos identitarios» inexistentes, aumentados después por una política de transferencias descabellada -sobre todo en Educación, Sanidad y Justicia, que nunca debieron salir del ámbito Nacional- y una permisividad “legislativa” autonómica sin límite, no fue un paso muy meditado, si no, demostrativo, de un muy escaso conocimiento de la idiosincrasia del pueblo español y de la Historia reciente -tan sólo cuarenta años antes- de la década de los 30’s, que dio lugar al levantamiento de 1936 tras cinco años de desastrosa deriva, que vemos ahora repetirse en muchos de sus aspectos.

Ese “Centro” ideal, al que han querido “aproximarse” los diferentes  gobiernos PSOE/nacionalistas o PP/nacionalistas -siempre beneficiados los nacionalistas, que nunca miraron el interés de España sino el suyo propio- hasta el de 2004, que derivó claramente a una izquierda “frente populista” resentida, se vuelve a demostrar que no es sino una utopía irrealizable que la “derecha” teórica actual tampoco es capaz de poner en solfa. Mi experiencia me dice que, en esta vida, hay que ser blanco o negro, con la capacidad negociadora que haga falta, pero sin renunciar a los principios y valores que sustentan las convicciones. Querer quedar bien con todos, aceptando esa “transversalidad” impostada de “ideas” es metafísicamente imposible. Al final, defraudas a los tuyos por querer contentar a los contrarios, que nunca lo estarán, y el resultado no necesita de más explicación. Cierto que, tal vez, no se deba meter en el mismo saco al PSOE y su acción -ruina, desprestigio exterior, corrupción y abuso sin límites- y al PP y su omisión -buena gestión económica y política exterior, pero débil en acometer las reformas estructurales que España necesita y no haber sabido/querido poner a los nacionalistas en su sitio y, ahora, con no pocos casos de corrupción, aunque no sistémica e institucional, parece, que están llevando a demasiados ex altos cargos a la cárcel-.

Decía entonces que hacía falta un partido, fuerte y profesional -no “profesionalizado”, que de esos ya teníamos bastante-, que supiera gestionar, racionalizar la estructura y distribución administrativa del Estado y cortar los abusos, poner en su sitio a los nacionalistas cambiando la Ley Electoral -para empezar- y recuperar el prestigio internacional que empezábamos a tener a principios de siglo con José Mª Aznar y que los ineptos Gobiernos Zapatero -por utilizar términos suaves- destrozaron, pero volvió a ganar un PP “socializado” y transversal -otra vez el dichoso término- que se quedó en los dos primeros objetivos .

Y sí, como consecuencia de no haberse cubierto esas expectativas en los primeros cuatro años del PP retornado, aparecieron dos nuevos partidos: uno, de “centroizquierda” -aluvión del desencanto y mediocres oportunistas, desechados de otros partidos – encabezado por un líder de “carámbola alfabética” que se definía como socialdemócrata -se afilió a UGT porque “trabajaba en una entidad financiera”, tras hacer sus pinitos, sin mucho éxito, en las NNGG del PP, – , pero que decía ser de “centroderecha” si la veleta de las encuestas cambiaba de sentido, o se hacía “liberal-progresista” si el viento cambiaba de rumbo o algunos de sus mentores mediáticos lo aconsejaba y otro, de izquierda radical y “antisistema” -pese a venir de las clases más acomodadas del mismo-, al más puro estilo bolivariano de la dictadura venezolana -de la que se alimenta ideológicamente y se financia-, que se ha comido al partido que ocupaba esa parte del espectro político hasta ahora -IU- y que puede llevar al PSOE a los niveles en los que ha quedado en Francia si en las primarias previstas para el mes de Mayo se impusiera el DR. NO -Pdr Snchz I el “avocálico”- a sus otros dos mediocres rivales.

Es decir, alimentar a los mismos “perros” -socialistas, comunistas y nacionalistas (o “centristas transversales”)- aunque aparezcan con distintos “collares” -situación socioeconómica y “cultural”, entorno internacional y demás circunstancias del momento actual- no puede llevar a nada diferente de lo que ya se vivió o, como decía Einstein: «Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo», que es lo que hay que evitar para no repetir una tragedia.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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