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Historia y mito del bombardeo de Guernica

Dice Jaime Balmes que antes de leer una historia es muy importante leer la vida del historiador. Quien conozca la manera en que el marxismo y el nacionalismo vasco manipulan y disfrazan las verdades y juegan con la historia comprenderá que el mito creado y difundido por la propaganda republicana del bombardeo de Guernica sólo viene a resultar una mentirijilla en comparación con otras muchas más graves y de mayor trascendencia. Fuere como fuere, nunca está de más aclarar algunos hechos.

A las cuatro y media de la tarde del lunes 26 de abril de 1937 y durante unas tres horas, tuvo lugar uno de los episodios más famosos pero menos conocidos de la última guerra civil española: el bombardeo de Guernica por parte de 31 bombarderos y 26 cazas de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, encuadradas las fuerzas aéreas del bando nacional. La verdad sobre esta acción bélica, que ha sido muy usada por la propaganda republicana, sigue siendo desconocida y, con frecuencia, lo que se conoce suele estar muy lejos de la realidad.

El bombardeo de Guernica, del que tanto se habla –yo me pregunto a menudo si no deberá su fama más al folklore y al arte que a operación militar- no fue el primero ni el último ni el más importante de los bombardeos de la contienda, ya que, frente a las 294 víctimas mortales del bombardeo que padeció Durango el 31 de marzo, la prensa bilbaína de la época no habló de víctimas; luego la propaganda republicana y nacionalista elevarían el número de éstas a más de 3.000. Sin embargo, hoy la historiografía más moderna, incluyendo a autores de la asociación «Gernikazarra» como Vicente del Palacio o José Ángel Etxaniz, estima que hubo unos 126 fallecidos y en torno a 30 desaparecidos, entre la guarnición, transeúntes y los siete mil habitantes de una localidad en que fue arrasado en torno al 70% del caserío.

Esta misma propaganda republicana y nacionalista ha querido divulgar un mito cuya mendacidad hoy ponen de manifiesto la historia y los hechos. Por un lado, la mistificación de que Guernica era una ciudad inerme que no tenía ningún interés militar ni estratégico; y por otro que los atacantes sólo buscaban arrasar los símbolos de la libertad vasca: la Casa de Juntas y el ancestral roble. Se oculta que los bomberos de Bilbao tardaron mucho en llegar, se marcharon sin apagar el fuego y no se movilizó para extinguirlo los miles de soldados acantonados en la “indefensa” villa.

Sobre dicho árbol, que se ha pretendido remontar a las crónicas árabes de los siglo VIII o IX, la documentación más antigua lo remontaría al siglo XIV, el denominado “Árbol padre”, que viviría hasta 1811; y fue sustituido en 1742 por el conocido como Árbol viejo (1742-1892) cuyo tocón hoy se expone en la Casa de Juntas, curiosamente, en el marco de un templete circular erigido en piedra en 1926, es decir, en plena Dictadura de Primo de Rivera (Septiembre de 1923 – enero de 1930).

Este segundo roble, conocido como Árbol padre, a su vez fue sustituido por un supuesto brote en 1860, ante el que jurara su cargo José Antonio Aguirre, y ha sido a su vez reemplazado por otro retoño en 2005. Bajo sus ramas juraron los fueros de Vizcaya Fernando II (1476), Isabel la Católica (1483) y, durante su regencia en la minoría de edad de Isabel II, la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1839).

Existe un tercer árbol, un retoño plantado en 1859 y secado en 1861, al que sucedería el famoso Árbol hijo –el que fue testigo del bombardeo- que vivió desde 1861 hasta su “jubilación” [sic], por decisión del Gobierno vasco, el 20 de abril de 2004, muriendo poco después de un hongo.

A éste le sucede un cuarto árbol -que ya no es viejo, abuelo, padre, hijo ni espíritu santo- nacido en 1986, plantado en febrero de 2005, que presidiría la Casa de Juntas hasta el 14 de enero de 2015, certificándose el óbito al día siguiente por la UPV.

El árbol que hoy se entre exhibe, y casi se idolatra, es un quinto roble, nacido en el año 2000 de una bellota del Árbol hijo –hermanastro, por tanto, de polen del plantado en 2005- ubicado, a fin de que arraigara mejor, en un emplazamiento cercano, pero que no es el original. Y, si las cosas van como está previsto, será sucedido en su día por un árbol situado hoy tras el famoso templete y plantado en 1979 por Ramón Rubial.

Hay un famoso y bonito himno, escrito y estrenado en 1853, por cierto, en el café de San Luis de  la madrileña calle de la Montera, titulado Gernikako Arbola. Un zortziko de con letra de José María Iparraguirre y música del organista Juan María de Altuna y Mascarua, que, sin categoría de himno oficial de la Comunidad Autónoma Vasca, no deja de ser un popular homenaje al árbol y a los extintos fueros vascos.

Dicha canción, en su segunda y tercera estrofa dice: “Mila urte inguru da
esaten dutela /Jainkoan jarri zuela / Gernikako arbola. /Zaude bada zutikan / orain da denbora/ eroritzen bazera /arras galdu gera / Ez zera eroriko / arbola maitea / baldin portatzen bada/ Bizkaiko Juntia
” (Traducido: “La tradición nos dice/ que el árbol de Guernica/ hace más de mil años/ por Dios plantado fue/ Árbol santo: no caigas,/ que sin tu dulce sombra,/ completa, irremisible,/ nuestra perdición es./ No caerás, ¡oh roble!,/ si cumple sus deberes/ Vizcaya”). Según esto, a la luz de lo escrito por Iparraguirre y de los hechos históricos, es lamentable considerar, tanto, y por un lado, hasta qué punto ha degenerado la dinastía del matojo en cuestión, que pasa de plantada por Dios a plantada por ramón Rubial; cuanto, y por otro lado, y a juzgar por las veces que ha caído y sido sustituido, lo mal que las Juntas de Vizcaya han debido de cumplir su función en los últimos dos siglos.

Otras curiosidades pueden ser que, ni el Árbol hijo, ni el templete de 1926 -insisto, construido bajo la Dictadura de Primo de Rivera, por lo cual no sería muy desaforado proponer su derribo, a semejanza de otras salvajadas hechas al amparo de la Ley de Memoria Histórica- ni el edificio de la Casa de Juntas fueron dañadas en el famoso bombardeo de hoy hace 80 años.

Sabemos, además, que un pelotón de soldados del Regimiento de Regulares Tetuán Nº 1 cumpliendo órdenes directas del General Emilio Mola, escoltaba y protegía al Árbol y la Casa de Juntas, desde la entrada en la población de las fuerzas del Generalísimo Franco hasta su relevo por una Compañía de Requetés al mando del capitán navarro Jaime del Burgo, que se hizo cargo de rendir honores y custodiar los símbolos forales. Estos hechos desmentirían la hipótesis del ataque a la villa de Guernica y Lumo con el sólo fin de arrasar los símbolos de las libertades vascas.

En contraste con este respeto y honores tributados por las tropas nacionales al Árbol de Guernica y su significado, cabe contraponer que quien si despreciaba edificio y la planta fue el bando republicano, cuyo marxista y democrático presidente Manuel Azaña calificó de “cachivaches” los símbolos que le enseñaron cuando visitó la villa.

Dicho esto, si el bombardeo de Guernica no obedecía al odio a los símbolos, hay que pensar que, una operación militar de tal índole debería obedecer a otro fin, quizá porque la localidad ni era tan inofensiva, ni estaba tan indefensa.

En efecto, atendiendo al interés estratégico y militar de Guernica, baste señalar que en la localidad y sus inmediaciones está documentada la presencia de lo siguiente:

  • La fábrica de armas ASTRA-UNCETA, de la que consta una partida del 23 de abril de 1937 por la que se suministró al gobierno de la república 11658 pistolas y ametralladoras, por un importe de 1.116.000 pesetas. Igualmente consta que un grupo de especialistas de la URSS iba a llegar a la localidad el martes 27 a fin de desmontar las instalaciones y maquinaria de la fábrica y trasladarlas a Bilbao.
  • El Puente de Rentería, posible aunque fallido objetivo central del bombardeo, emplazado en el centro urbano y que era la única vía férrea sobre la Ría que enlazaba Bilbao con las poblaciones del “Cinturón de Hierro” sitas al otro lado.
  • Los numerosos cuarteles, como el del 18 batallón Loyola de Gudaris y otros edificios aledaños de la Casa de Juntas, habilitados como acuartelamiento para un total aproximado de unos 3.000 efectivos de las fuerzas rojas y brigadas internacionales, que es estaban reagrupando para la defensa de Bilbao. En este sentido, Gordon Thomas y Max Morgan Witts dan razón de la llegada de 2.000 soldados que acamparon en las inmediaciones del cementerio la víspera del bombardeo.
  • Añádase a lo anterior los dos hospitales militares, el Penitenciario Militar de Guernica-Lumo y el habilitado en el céntrico convento de las carmelitas, cuyos soldados, una vez restablecidos volvían al frente

A la luz de estos cuatro objetivos, bien se pueden cuestionar todas las especulaciones sobre la indefensión de Guernica y su falta de interés militar o estratégico.

¿Hubiera tenido tanta repercusión el bombardeo de Guernica si Pablo Ruiz Picasso no hubiera pintado su famoso cuadro? Lo curioso, sin embargo, es que la pintura joya del Museo Reina Sofía, fue encargada al artista malagueño a principios de enero de 1937 (es decir unos tres meses antes del bombardeo) por el director general de Bellas Artes Josep Renau, el arquitecto Luis Lacasa, y los escritores Juan LarreaMax Aub y José Bergamín. Sólo tras el bombardeo dio a la pintura el nombre de la población vasca de forma aleatoria y simbólica, como podría haber puesto el nombre de cualquier otra localidad sobre la que cayeron bombas nacionales como, Madrid, Talavera, Gijón, Granollers, Alcañiz, Cabra…

Sólo la casualidad es el motivo le tocara a Guernica esta lotería que la ha inmortalizado para la historia del arte en un óleo sobre lienzo poscubista, donde se puede ver la inspiración de diversas obras y estilos, desde una Biblia Mozárabe del siglo X custodiada en la Catedral de León, hasta Goya y sus Desastres de la guerra, pasando por Paolo Ucello y su Batalla de San Romano (1456) o Rubens y sus Horrores de la guerra (1637), además de alegorías anteriores del propio Picasso, como los aguafuertes “Sueño y mentira de Franco” (1936), de donde el academicista pintor malagueño, propuesto para director del Museo del Prado, extraería los motivos de las figuras principales –el toro, el caballo, el guerrero, la madre con el niño, la bombilla, el templo de Jano, la paloma, y las mujeres coja y en llamas, cuyos 45 bocetos realizaría entre el 1 y el 20 de mayo- de la obra.

El historiador, Jesús María Salas Larrazábal, en su libro «Guernica», escrito en 1987 con motivo del cincuentenario y retitulado «Guernica, el bombardeo. La Historia frente al mito» asevera: “Quien tenga probada paciencia puede estudiar los orígenes históricos del mito de Guernica en las 190 páginas del capítulo primero del erudito libro “La destrucción de Guernica”, del polemista norteamericano Herbert R. Southworth, en las que va exponiendo, una tras otra, las noticias que publicó la prensa mundial en base a los cables enviados desde Bilbao por cinco corresponsales extranjeros (…). Los que afronten esta lectura podrán conocer insignificantes pormenores relacionados con este temario, país por país, pero por mucho que relean las densas páginas no serán capaces de hallar rastros de lo más esencial: los relatos de la prensa de Bilbao, numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada. Nadie considere esto como un incomprensible olvido de cronista tan minucioso, pues existe una explicación mucho más lógica: los periodistas de Bilbao (…) no comulgaron con las extravagantes tesis de los contados corresponsales extranjeros que fabricaron la leyenda, y los censores de Bilbao impusieron cortes en los pocos artículos desorbitados que la prensa local reprodujo de los diarios extranjeros. (…) y que podían ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica”.

Contrastado el mito, elucubrado por la propaganda republicana y difundido por una casualidad pictórica, con la realidad de la Historia, bien cabe concluir evocando las famosas palabras de Voltaire: “Et voilà comme on écrit l’Histoire; puis, fiez-vous a messieurs les savants”. Es decir: Así se escribe la historia, fíese después de los señores sabios.

 

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