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Tuberculosis: Luchar con armas obsoletas contra un gigante

Tuberculosis: Luchar con armas obsoletas contra un gigante

La tuberculosis sigue siendo la enfermedad infecciosa que más muertes causa, por delante del VIH, pero las armas para acabar con ella se han quedado obsoletas. “Ha habido una gran falta de innovación en investigación y una escasa financiación en los programas de control” de una patología que se puede prevenir y curar, critica el investigador Alberto García-Basteiro en el Día Mundial contra la Tuberculosis

Aunque parezca una enfermedad del pasado, la tuberculosis está muy presente en todo el mundo, especialmente en aquellas regiones atenazadas por la pobreza. El 61% de los nuevos casos en 2015 se produjeron en Asia, seguida de África con un 26%, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Tampoco se libran los países desarrollados, como los de Europa occidental, donde esta patología está asociada a la inmigración y al VIH.

En España se notificaron 4.604 casos en 2015, según el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, lo que representa un descenso del 4,27% respecto al año anterior.

La bacteria de la tuberculosis (Mycobacterium tuberculosis), que afecta sobre todo a los pulmones, causó la enfermedad, en 2015, a 10,4 millones de personas y mató a 1,8 millones, frente a los 1,2 millones de fallecidos por VIH, según la OMS.

Tuberculosis y VIH suelen caminar juntos: el 35% de las muertes asociadas al virus del sida se debieron a la tuberculosis.

Pero mientras que los esfuerzos para controlar el virus del sida se han multiplicado hasta el punto de mantenerlo a raya con antirretrovirales y conseguir cronificar la enfermedad, en el caso de la tuberculosis parece que no haya pasado el tiempo.

“El test diagnóstico más utilizado, la microscopia, tiene más de cien años y, encima, sabemos que no detecta del todo bien la enfermedad. Además, la única vacuna que hay, la BCG, también ronda el centenario y no protege, de forma efectiva, contra las formas mas frecuentes, las pulmonares, mientras que los tratamientos de primera línea fueron desarrollados en los años 60”, asegura García-Basteiro desde el Centro de Investigación en Salud de Manhiça, en Mozambique, donde coordina el área de tuberculosis.

Mozambique, tuberculosis en primera linea

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La población acude al Centro de Investigación de Manhiça

para recibir tratamiento contra la tuberculosis. Foto cedida

Este médico gallego, especializado en medicina preventiva y salud pública y adscrito a los Institutos de Salud Global de Barcelona y Ámsterdam, se mide desde hace cuatro años con la tuberculosis en Mozambique, uno de los países más pobres y más castigados por esta enfermedad y por el VIH.

En el Centro de Investigación en Salud de Manhiça, donde se promueve la investigación biomédica en malaria, tuberculosis, VIH/sida o enfermedades respiratorias, entre otras, el equipo de García-Basteiro realiza estudios epidemiológicos para conocer la epidemia a nivel local: cuantificar la enfermedad, estudiar los factores de riesgo y analizar cómo afecta a la población, en especial a la más vulnerable (niños, embarazadas, infectados por VIH…).

Asimismo participan en el desarrollo de nuevas herramientas con ensayos clínicos de vacunas, fármacos o test diagnósticos más precisos que los actuales.

Porque el diagnóstico, igual que ocurre a nivel global, sigue siendo un hándicap, aunque poco a poco se va implantando en los centros de salud la prueba rápida Xpert que sustituye al microscopio y que da resultados en 2 horas.

Otro de los obstáculos es que el 40% de la población mozambiqueña es menor de 15 años. Diagnosticar tuberculosis en niños supone la dificultad de conseguir una muestra espontánea de esputo. La mayoría son vacunados al nacer y se protegen contra las formas más graves de la tuberculosis, como las meníngeas o diseminadas.

También es complicado el acceso a los servicios de salud para una población, en su mayoría rural, que debe trasladarse para someterse a un tratamiento largo, entre seis meses y dos años, que requiere un control periódico. Al final, muchos terminan abandonándolo.

Las tuberculosis multirresistentes

Aproximadamente un 5% de los pacientes no responden a los fármacos antituberculosis de primera línea más eficaces, isoniacida y rifampicina, es el fenómeno de la tuberculosis multirresistente.

A este grupo hay que tratarlo con otras combinaciones de medicamentos de segunda línea que supone tratamientos más largos, más tóxicos y más caros.

“Necesitamos nuevos fármacos -manifiesta el investigador- para tratar las tuberculosis multirresistentes que, a nivel global, van en aumento”.

Pocas novedades en herramientas terapéuticas

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El equipo del doctor García-Basteiro realiza estudios epidemiológicos

y participa en ensayos clínicos de estrategias terapéuticas. Foto cedida

Aunque tuberculosis e innovación parece que discurran por caminos separados, existen dos nuevos medicamentos para esta enfermedad infecciosa que sobre todo afecta a los pulmones: la bedaquilina (Janssen) y el delamanida (Otsuka), pero “son tratamientos caros y no están al alcance de todos los países a día de hoy”, precisa García-Basteiro.

Otra vía es llevar a cabo estudios con antibióticos destinados para otras enfermedades infecciosas pero que podrían tener efecto contra la tuberculosis en combinación con otros fármacos.

También hay diez o doce candidatos a vacuna en ensayos clínicos pero todavía en fases I y II, en prueba de eficacia en humanos.

“Hasta la fecha no tenemos datos que nos hagan pensar en que tendremos vacunas disponibles en 5 o 10 años. En este campo estamos lejos de tener una herramienta realmente eficaz”, considera el experto.

Los objetivos de la OMS

Para impulsar la lucha contra la tuberculosis, la OMS ha fijado la estrategia de reducir el número de muertes en un 95% y la tasa de incidencia en un 90% para el año 2035.

“Dudo mucho que lo consigamos si no desarrollamos una vacuna o nuevos tratamientos”, advierte Alberto García-Basteiro.

“Donde ya hay pocos recursos -añade- es difícil doblar o aumentar. En los últimos años, con la crisis económica, hemos visto un descenso en el dinero disponible para investigación y ahora ya hemos tocado techo justo cuando más casos de tuberculosis hay y cuando los retos son más ambiciosos”.

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El investigador Alberto García-Basteiro en el Centro de Investigaciónen Salud de Manhiça, en Mozambique. Foto cedida.

Además, un tercio de los casos no se llegan a diagnosticar o a reportar a las autoridades sanitarias, por lo que, considera, “es muy difícil acabar con esta pandemia global”.

Según la OMS, la incidencia de la tuberculosis ha disminuido por término medio un 1,5% anual desde el año 2000. Para alcanzar los objetivos establecidos en la estrategia Alto a la Tuberculosis para 2020, es preciso incrementar ese porcentaje a un 4%-5% anual.

“Estas estimaciones de la OMS sobre disminución de la incidencia suponen un aumento respecto a años anteriores, debido a la infraestimación en los modelos utilizados. La baja tasa de detección en muchos países hace que el número exacto de casos y muertes no se sepa con precisión.”

En el Día Mundial de la Tuberculosis la epidemia sigue viva a nivel mundial y con grandes retos todavía por alcanzar. EFE

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