En el mes de septiembre de 1951, salimos de la casa de Ciordia unas cuantas Hnas. Con ilusión y entusiasmo, en dirección a Alsasua, para cumplir e este modo, lo que dice nuestro himno: “Nuestra misión es ir por los caminos, haciendo ver a todos que Dios es compasión….”. Y así abrimos el colegio con clases de Primaria y de Preescolar en el caserón llamado “lavadero” porque hacía años que había sido los lavaderos públicos de Alsasua.
Allí estuvimos hasta el curso 1965/66 en que el colegio se traslado al edificio actual hasta 1999, que ahora es la escuela de Música Municipal.
Hna. M. Aránzazu Aguirre fue la primera Superiora. Ma. Begoña Urquiaga, la primera directora, Ma. Verónica Rotaeche, Ma. Natividad Mardones, Ma. Clara Zorrozúa y Ma. Magdalena Martin.
Se unió a nosotras Sor Gloria, religiosa exclaustrada de otra Congregación, de feliz recuerdo en nuestra comunidad, y en todo el pueblo, que le apreciaban mucho, así como a la M. María fallecida algunos años antes. Estas dos religiosas influyeron mucho en las jóvenes que acudían a su casa para recibir clases de todo tipo labores y de música.
Al llegar nosotras, Sor Gloria continuó con las clases de solfeo y de piano en el colegio. También daban las hermanas clases de cocina, contabilidad, taquigrafía, mecanografía y labores.
La casa reunía muy pocas condiciones para la enseñanza. Las clases nada funcionales, sobre todo en invierno era muy penoso por las estufas de serrín que producían mucho humo y polvo.
En una habitación pequeña pusimos una mesa de altar y un sagrario y cuando íbamos a visitar a Jesús, cada una llevaba una silla de la clase de párvulos, que se encontraba al lado.
Unos meses más tarde, se quitaron las piedras donde lavaban, y en ese local se hizo un escenario y sirvió de salón de actos, de gimnasio y de recreo. El recreo se hacía antes en el portal que era bastante amplio y se hacía por turnos.
La capilla se trasladó a una sala más amplia, en la que se colocó la Virgen de la Compasión, recién comprada y se hicieron unos pocos bancos.
Los domingos íbamos profesoras y alumnas-os a la parroquia para participar en la Eucaristia.
Begoña Urquiaga