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OPINIÓN: La política del odio

OPINIÓN: La política del odio
Decía Paul Guggenheim que el odio es una pasión cuyo objetivo es el daño premeditado de otros. Está relacionado, según él mismo, con nociones de “revancha” o incluso “venganza”. En la política española lo hemos visto muchas veces, pero actualmente no pasa un solo día en que el odio no forme parte del discurso o acción de ciertos actores políticos, ya sea desde el parlamento, la universidad o la calle, mediante discursos, manifestaciones y protestas que trascienden lo pacífico y democrático.
Esas nociones de venganza y revancha las vemos muy bien reflejadas en el discurso de Podemos o el PSOE zapaterista. Siguen anclados en muchos aspectos en la España de los años 30, previa a la Guerra Civil. No lo han superado y ansían cambiar el curso de la historia.
Asimismo, el odio ha sido reflejado en varias ocasiones por algunos diputados de Unidos Podemos. La última, en la sesión de investidura de Mariano Rajoy, donde vimos como Pablo Iglesias miraba fijamente, muy serio, al diputado de C’s José Manuel Villegas. Esa mirada desprendía odio, como consecuencia del antagonismo político del “nosotros contra ellos”.
En democracia hay adversarios, en el populismo esos adversarios pasan a la categoría de enemigo. A un adversario hay que ganarle, pero de forma legítima y sin enfrentamientos que vayan más allá de lo político. Cuando pasamos de adversario a enemigo entra en juego el odio. Ya no solo hay que ganarle, sino también se intenta acabar con él de alguna manera. El enfrentamiento ahora sí va más allá de lo político, entrando en lo personal, llegando al ataque verbal, o incluso, físico.
Esto anterior lo pudimos ver a la salida de algunos diputados de C’s del Congreso después de la investidura de Rajoy. Algunos manifestantes de Rodea el Congreso tiraron algunos objetos a dichos diputados; incluso hubo quien llamó “puta” a alguna diputada, como han denunciado a través de las redes sociales.
Se pasa del odio a la violencia, azuzados por un discurso de “trincheras” y de aumentar el antagonismo, que hemos escuchado, por ejemplo, a Pablo Iglesias en más de una ocasión. Cuando te crees dueño de la voluntad popular, crees que ellos van contra ti (pueblo) y ves como legítimos mecanismos de protesta que pasan de la civilización a la agresión.
Para entender la relación entre el populismo, el odio y la violencia hay que entender las palabras del cardenal König, quien decía que muchos se aprovechan de la ideología para apelar a los sentimientos y apartar la razón, apelando a los instintos bajos de las masas y consolidan prejuicios para inculcar con más fuerza esos componentes (sentimentales) en dichas masas.
El populismo divide y antagoniza, bajo un discurso del odio hacia el “anti-pueblo”. Consecuencias (no) lógicas de esto, aparecen las agresiones y el enfrentamiento personal entre diputados o entre diferentes en una sociedad que debe ser plural y de adversarios políticos, no enemigos.
Publicado en La Razón
David Muñoz Lagarejos, politólogo.

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