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La victoria de Trump revela las profundas fallas de dos EEUU

Washington, 9 nov (EFE).- Raciales, urbanas o de edad: la victoria presidencial de Donald Trump en Estados Unidos ha revelado las múltiples placas tectónicas de un país profundamente dividido y que ha acabado rechazando la política tradicional y décadas de neoliberalismo económico.

Cada una de las mitades del electorado (59 millones que votaron por Clinton y 59 millones que lo hicieron por Trump) están definidas por líneas muy claras que dibujan un país con dos realidades y dos visiones contrapuestas.

Trump destrozó las previsiones movilizando un número récord de blancos a las urnas, desactivó el cortafuegos hispano de los demócratas al conquistar casi un tercio del voto latino para hacerse con Florida e ilusionó como nunca a Pensilvania, Ohio y Wisconsin para romper el «muro azul» del Medio Oeste que hacía confiar al equipo de Clinton en la victoria.

Los demócratas salen con su peor resultado electoral desde 1988, cabizbajos y preguntándose cómo un hombre sin experiencia en cargo político alguno -y con una campaña que al comienzo era un caos- consiguió imponerse sin seguir las reglas tradicionales del manual de márketing político.

Trump superó los 270 votos electorales necesarios para ganar los comicios en la madrugada del martes y acumula, por el momento, 289 de los 538 compromisarios del Colegio Electoral a la espera de que se oficialice el recuento en los estados de Michigan y Nuevo Hampshire, ya irrelevantes.

Clinton (con 228 votos electorales) solo puede presumir de haber vencido en Nevada y Colorado, porque casi pierde Virginia y no cumplió las expectativas que la ponían por delante en Carolina del Norte, Pensilvania o Michigan.

En casi lo único en que acertaron los analistas políticos, los medios de comunicación, los demógrafos y las encuestas fue en que el voto más fiel de Trump sería -como fue al final en la práctica- el del hombre blanco de media o baja formación y de zonas rurales y clase trabajadora.

Los observadores -y, una vez más, los sondeos- se equivocaron al predecir un giro hacia los demócratas de los blancos de raza blanca con formación superior y de mujeres blancas, que fue menor al esperado.

Subestimaron también el hecho de que muchos de los que votaron en 2008 por el presidente Barack Obama en los suburbios de Scranton (Pensilvania) o Youngstown (Ohio) ya no conectan con el mensaje de la esperanza de los demócratas y han dado su apoyo a Trump.

Tampoco acertaron al asegurar que el voto rural no podría compensar el peso de los centros urbanos, que se inclinaron por la opción más moderada que representaba Clinton frente al populismo del magnate neoyorquino.

Los mayores márgenes de victoria para los demócratas coinciden de manera casi exclusiva con las grandes ciudades del país y se dibujan en las áreas de mayor densidad de población: desde Washington hasta Boston, en el este; Chicago (Illinois), en el Medio Oeste; Houston, en Texas; o en Montgomery (Alabama), en pleno corazón sureño.

El «Trump Country», el bastión del magnate republicano, recorría los valles de los Apalaches, desde Tennessee hasta Pensilvania, pero no se esperaba que se extendiera como un maremoto también por el Medio Oeste, tomando el llamado «Rust Belt», el cinturón industrial de Ohio, Indiana y Michigan.

La otra división que han puesto en evidencia estas elecciones es la generacional.

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El 55 % de los votantes entre 18 y 29 años votó por Clinton, pero casi uno de cada diez optó por una tercera opción política, algo que podría también significar una desconexión con la política tradicional.

Según encuestas a pie de urna, alrededor del 29 % de los electores hispanos votó por Trump (similar proporción para los republicanos que en 2012), aunque el 71 % no lo quería como presidente, y más de 80 % de los afroamericanos prefería a Clinton.

En su discurso de victoria ya de madrugada, el multimillonario habló de unir al país; Obama se expresó en líneas similares en su conversación hoy con el presidente electo, y Clinton reconoció que «el país está más dividido de lo que pensábamos».

Queda por ver cómo se pueden conciliar dos visiones del país totalmente diferentes durante una presidencia de Donald Trump.

Por un lado, están los que apostaban con Clinton por el continuismo, porque las reformas económicas de Obama estaban funcionando a un nivel que envidiarían otros países desarrollados, con un desempleo a niveles mínimos y los ingresos medios al alza.

En el otro extremo, se hallan los que desprecian las políticas neoliberales, las mismas que los republicanos defendieron a ultranza y que, tras la crisis de 2009, han ampliado la desigualdad.

Entre otras cosas, esas políticas auspiciaron la llegada de mano de obra inmigrante, muy criticada por Trump y una de las piedras de toque de la exitosa y «sui generis» campaña del ya presidente electo.

Victoria contra todo pronóstico

El republicano Donald Trump ganó contra todo pronóstico la Presidencia de Estados Unidos, una victoria que celebró con un discurso de mano tendida a los estadounidenses y al mundo pero que no evitó fuertes caídas de los mercados.

Trump, un magnate inmobiliario ajeno a la política hasta hace poco más de un año, consiguió superar los 270 votos electorales necesarios para llegar a la Casa Blanca y tirar por tierra el sueño de la demócrata Hillary Clinton de convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos.

El polémico empresario logró su victoria al imponerse en la mayoría de los estados clave, en ciertos casos en contra de todas las previsiones, como Ohio, Florida, Carolina del Norte, Iowa o Pensilvania.

Clinton, quien llamó a su oponente para felicitarle por su victoria, perdió además en otros estados que debía haber ganado, como Michigan y Wisconsin, que en teoría eran feudos demócratas.

Los republicanos se apuntaron otra gran victoria en las elecciones legislativas celebradas también el martes, al conservar el control de ambas cámaras del Congreso de EEUU, lo que permitirá a Trump un cómodo mandato en la Casa Blanca.

Al hablar por primera vez como vencedor en un céntrico hotel de Nueva York, el presidente electo adoptó un tono más presidencial y abogó por cerrar «las heridas de la división», al tiempo que prometió buenas relaciones con otros países.

Lejos de su discurso nacionalista, proteccionista, xenófobo y populista de la campaña, Trump dijo que será un «presidente para todos los estadounidenses» y tendió la mano a sus detractores.

«Les pido su orientación y su ayuda para que podamos trabajar juntos y unificar nuestro gran país», les dijo.

También tuvo palabras de agradecimiento para Clinton, a la que felicitó por su duro trabajo durante la campaña y a lo largo de su carrera.

«Hillary ha trabajado mucho tiempo y muy duro (…) y le debemos una gran gratitud por su servicio a nuestro país», señaló.

La victoria de Trump, que logró cortejar el voto de la clase media, obrera y rural estadounidense y aunar la frustración de ese sector contra los políticos tradicionales de Washington, que encarnaba en su rival, causó un vendaval en los mercados.

Todas las bolsas del mundo abrieron con caídas superiores al 2 % y Tokio perdió al cierre más de un 5 %, el descenso más abultado de los mercados asiáticos.

La Bolsa de Sao Paulo, la principal de América Latina, inició la jornada con fuerte tendencia negativa y su índice Ibovespa caía un 3,17 %.

El oro, tradicional refugio de los inversores, subía casi el 5% tras conocerse la victoria del republicano, y el euro y la libra esterlina, por ejemplo, ganaban terreno frente al dólar.

El peso mexicano se desplomó conforme se conocían los primeros resultados electorales y llegaba a mínimos históricos frente al dólar, al situarse en cerca de las 21 unidades en el mercado interbancario.

La victoria de Trump estuvo aupada por el creciente grupo de los descontentos con la política tradicional, que no consiguió frenar el voto latino y la movilización de la población hispana, como esperaban los analistas.

John A. García, profesor del Instituto de Investigación Social y Centro de Estudios Políticos de la Universidad de Michigan, resumió su impresión sobre el resultado de la votación: «Una elección como ninguna otra».

Explicó que los ataques de Trump «ayudaron a movilizar a los latinos a registrarse y votar en niveles más altos que en anteriores elecciones presidenciales», y destacó su influencia para que Clinton ganara los estados de Colorado, Nuevo México y Nevada.

No obstante, el experto dijo que con la victoria de Trump se abre un escenario para los hispanos en el que está por ver si «los peores miedos y preocupaciones acerca del clima antiinmigrante y antilatino darán como resultado políticas que minen el progreso de los latinos para (tener) una vida mejor en Estados Unidos».

Donald Trump recibió hoy la felicitación masiva de la comunidad internacional, que expresó sus deseos de mantener las buenas relaciones con la primera potencial mundial, después de que el republicano advirtiese durante la campaña su deseo de replantearse algunos aspectos de la política exterior estadounidense.

Especialmente satisfecho con la victoria de Trump se mostró el presidente ruso, Vladímir Putin, quien se mostró esperanzado con «poder trabajar conjuntamente para sacar las relaciones ruso-estadounidenses del estado de crisis, así como para resolver problemas de actualidad de la agenda internacional y buscar respuestas a los retos de la seguridad global».

Su felicidad, compartida por los líderes de la ultraderecha de todos los continentes, contrastó con la incertidumbre que la victoria republicana provocó en otras capitales del mundo.

«El mundo se torna un poco más incierto y difícil», dijo el ministro chileno de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, para quien la victoria de Trump abre «una gran interrogante» porque «ha cuestionado las políticas de inmigración, las políticas comerciales, los tratados de libre comercio».

«Latigazo blanco»

«Parece que ha sido un latigazo de los blancos contra un país que ha estado ocho años cambiando», ha estimado el analista Van Jones, de la CNN. Estados Unidos ha pasado de contar con el primer presidente de raza negra de su historia a encumbrar a un candidato que ha recibido el apoyo nada menos que del ‘Crusader’, uno de los principales órganos portavoz del Ku Klux Klan.

No ha importado ni su retórica inflamatoria dirigida contra minorías, discapacitados y mujeres, ni las críticas contra su incapacidad para desempeñar un puesto de mando, ni la actuación de Clinton en los tres debates amparados en su figura como representante de una posibilidad histórica, la de ser la primera mujer en sentarse ante el escritorio del Resolute, en el Despacho Oval. Un 60 por ciento de los estadounidenses tenía decidido el candidato en septiembre.

Candidato que gozará, además, del respaldo de un Congreso republicano: es la primera vez desde 1928 que el Partido Republicano tiene a un presidente con el control de ambas cámaras.

Trump ha invalidado encuestas que sentenciaban su derrota absoluta a principios de campaña. Las estimaciones de ‘The New York Times’ comenzaron a principio del recuento — medianoche en la España peninsular — con un 80 por ciento de posiblidades de victoria para Clinton. Cuatro horas después, la aguja se inclinó hacia el candidato republicano con un 93 por ciento a su favor.

Ni siquiera la conocida web de estadísticas FiveThirtyEight, de Nate Silver, anticipaba ni remotamente este resultado. «Hay un espectro amplio de resultados, y todos apuntan hacia Clinton», rezó su análisis final al principio del recuento. Todo ello, sintomático de un voto oculto y desencantado que ha preferido guardarse su opción hasta el último momento. «¿Qué hemos hecho mal?», ha preguntado en un momento de la noche el periodista de la CNN Anderson Cooper al analista político David Axelrod. «Solo los números», le replicó Axelrod.

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1 Comentario

  1. Observatore

    Aunque Trump no haya recibido apoyo de las grandes oligarquías, Wall Street incluído, poderes fácticos y demás, ha recibido el apoyo mayoritario del pueblo llano, que paga sus impuestos, honrados y honestos.

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