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Putin salva a Asad pero no acaba con la amenaza yihadista

Rusia ha logrado mantener en el poder a su aliado Bachar al Asad, que hace un año estaba a punto de ser derrocado, pero su operación militar ha encallado debido a los continuos encontronazos con EEUU sobre la oposición armada siria.

«Rusia cumplió su misión. No dejó que el terrorismo destruyera un país soberano como Siria. Los yihadistas han sufrido importantes bajas y se han batido en retirada», dijo hoy a Efe Leonid Ivashov, antiguo general soviético y jefe de la Academia de Asuntos Geopolíticos de Rusia.

El jefe del Kremlin, Vladímir Putin, nunca escondió que el principal objetivo de la intervención militar rusa en el país árabe era «estabilizar» el régimen de Asad, al que considera «legítimo» representante del pueblo sirio.

Moscú sólo ve posible un proceso de paz en el que Damasco se siente a la mesa de negociaciones desde una posición de fuerza, ya que lo contrario sería aceptar como inevitable la desintegración de Siria a manos de los terroristas.

Putin regresó especialmente hace un año a la Asamblea General de la ONU tras una década de ausencia para pedir a Occidente una amplia coalición internacional contra el terrorismo en Siria e Irak, aunque la decisión de intervenir en Siria ya estaba tomada.

La aviación rusa dio un giro copernicano a la situación en el frente, ya que obligó al Estado Islámico a replegarse y permitió al Ejército sirio reforzar sus posiciones en provincias estratégicas como Damasco, Homs y Latakia.

«Lo que nadie imaginaba era que el estado del Ejército sirio fuera tan deplorable. Rusia se encontró con apenas unas pocas unidades de combate aisladas. La aviación rusa cargó durante varios meses con casi toda la responsabilidad», señaló a Efe Vladislav Shuriguin, experto militar.

Un vez las Fuerzas Armadas sirias recuperaron su capacidad de combate y pudieron lanzar su primera contraofensiva contra las posiciones yihadistas, Putin ordenó en marzo retirar el grueso de las tropas y aviones rusos desplegados en la base de Latakia.

La simbólica reconquista de la histórica ciudad grecorromana de Palmira demostró que el régimen de Asad había tomado la iniciativa, pero el avance imparable de las tropas sirias se encalló en abril en la segunda ciudad siria, Alepo.

Tanto el Kremlin como los analistas culpan a Estados Unidos de ralentizar la campaña aérea rusa contra Alepo con la excusa de que la oposición moderada se había convertido en víctima colateral de los bombardeos rusos contra objetivos yihadistas.

Rusia aceptó suspender los bombardeos a cambio de que EEUU persuadiera a la oposición armada para que abandonara las posiciones del Frente al Nusra (Frente de la Conquista del Levante) pero Washington no cumplió con su parte del trato.

Esos tres meses de negociaciones entre Moscú y Washington permitieron a los yihadistas recuperarse de los bombardeos rusos, hacer acopio de munición y reclutar más efectivos en toda la región, incluido Asia Central.

«Lo que rusos y sirios no esperaban era que el Estado Islámico recibiera ingente financiación y armamento de Arabia Saudí y Catar, y el Frente al Nusra, de los servicios secretos turcos», resaltó Ivashov.

Mientras los yihadistas siguen controlando más de la mitad del territorio, el Ejército sirio anda escaso de recursos humanos, ya que los cristianos y los kurdos les han dado la espalda, y está lastrado por la falta de mandos profesionales y una rampante corrupción que le ha granjeado la animadversión de la población local.

Con todo, los expertos creen que Putin no desplegará más tropas sobre el terreno, ya que, si EEUU y Turquía no se entrometen, considera que la aviación rusa y las tropas sirias se las bastarán a corto plazo para mantener a raya a los yihadistas.

A lo máximo que ha llegado el Kremlin es a reforzar la flotilla rusa en el Mediterráneo oriental con el buque insignia de su Armada, el portaaviones «Almirante Kuznetsov», equipado con una escuadrilla de cazas y que llegará a la zona a finales de octubre.

Rusia también podría atraer a otros países como Irán, que apoya a Asad pero no se ha decidido a emplazar tropas regulares en el país árabe, y a China, que se ha mantenido en un segundo plano, aunque es una acérrima defensora de la integridad territorial de Siria.

«El aumento de la presencia militar rusa es posible, pero no sólo con aviones, sino con comandos especiales que se dedicarían a liquidar a los principales comandantes yihadistas con el fin de descabezar al EI y al Frente al Nusra», propone Ivashov.

No obstante, Putin aún no ha renunciado a lograr un acuerdo con EEUU, pese a la escalada de la tensión tras la muerte de casi un centenar de soldados sirios a manos de la coalición norteamericana y el ataque contra un convoy de la ONU, del que Moscú y Washington se acusan mutuamente.

De hecho, según informaron ayer la Cancillería y el Estado Mayor del Ejército ruso, el Kremlin les ha encargado reiniciar las consultas en Ginebra para reanudar el suministro de ayuda humanitaria e impulsar las negociaciones de paz.

Mientras algunos líderes occidentales ya hablan de que Rusia está implicada en crímenes de guerra en el país árabe, Putin no quiere verse empujado a un segundo Afganistán y granjearse definitivamente la enemistad de los suníes. EFE/NAVARRA INFORMACIÓN

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