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El «honor» del Coronel Moscardó

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un 23 de julio de 1936, en Toledo, en su famoso Alcázar, se vivió uno de los episodios más famosos y difundidos a lo largo de la historia, cual es el dialogo mantenido entre el coronel Moscardó, comandante militar de Toledo, en rebelión contra el gobierno de la República y el general Riquelme, al mando de las tropas que pretenden acabar con dicha rebelión. Son los primeros días de la ultima gran guerra civil que este país ha tenido.

Coronel Moscardó
Coronel Moscardó

Desde la defensa de la ciudad de Numancia, son muchos los asedios que han quedado grabados a fuego en la memoria de este país. Héroes para unos, villanos para otros, un grupo de soldados consiguió resistir, contra todo pronóstico, el bombardeo constante de los cañones y aviones republicanos. Sin agua, sin comida y casi sin munición, los defensores realizaron una proeza que, a su vez, fue utilizada  a nivel propagandístico para mejorar la imagen internacional de las tropas del General Franco y elevar la moral de sus combatientes.

1300 efectivos pobremente armados se encuentran bajo las ordenes de dicho coronel, Se hallan  acuartelados  en una fortaleza de muros gruesos capaz de resistir cientos de disparos y que, además, esta ubicada en una posición privilegiada que permite a sus defensores controlar casi la totalidad del terreno colindante, es el  famoso Alcázar de Toledo.

Las tropas republicanas se acercan.  1.600 soldados acompañados por varias piezas de artillería y algunos vehículos blindados. Al mando de las mismas se encuentra el general José Riquelme , un militar dispuesto a hacer valer su experiencia para terminar de una vez por todas, y lo más rápidamente posible, con aquella resistencia.

En un intento de empujar a los defensores a abandonar la fortaleza, el jefe de milicias de Toledo contacta por teléfono con Moscardó para informarle de que tiene preso a su hijo Luis e informarle de que, si no rinde el Alcázar en diez minutos, el joven será fusilado.

Luis cogió el teléfono para demostrar a su padre que había sido capturado. Sin embargo, lejos de pensar en rendir su posición, Moscardó le respondió: «Si es cierto (que te van a fusilar) encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!».   Con todo, finalmente las tropas republicanas no materializaron sus amenazas y optaron por arrestar al joven.

Tras la intentona republicana de rendir el Alcázar sin combatir, comenzaría el asedio.  Tras más de sesenta días, el ejercito republicano no conseguiría su empeño. Las tropas de otro sublevado, Varela,  llegaron a las inmediaciones de Toledo el día 28 de septiembre y, para felicidad de los sitiados, liberaron la fortaleza.

Había acabado la batalla por el Alcázar de Toledo, y lo había hecho con más de 90 fallecidos por el bando sublevado y una cantidad imposible de cuantificar por parte del ejército republicano.

Después de la liberación se vivió, al parecer, el último suceso destacado y que aún resuena en el imaginario colectivo. Cuando Varela visitó las ruinas del edificio que había cobijado a los sublevados durante más de 70 días, Moscardó no lo dudó e informó a su superior de la siguiente forma: «Sin novedad en el Alcázar, mi general».

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