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OPINIÓN: Entender los sanfermines

San Fermín es una fiesta especial. Desde hace más de sesenta años la disfruto año tras año con muy pocas excepciones, apenas dos, aunque cada vez me cuesta más seguir el ritmo de una fiesta sin igual como dice la canción.

Este año de nuevo me he sumergido en ella con la herida reciente del quinto aniversario de la mayor injusticia que he sufrido en toda mi vida: la expulsión del PSOE después de 22 años de militancia, de esfuerzo y de servicios, algunos ellos aún inconfesables. Cuando el sábado a la noche escuchaba a mi compañero Pedro Sánchez  hablar de nuevos tiempos, me habría gustado tenerle cara a cara para decirle que cómo puede hablar así si después de haberme utilizado durante 20 largos años en misiones de paz, es capaz de mantener mi expulsión por reconocer la labor de Otegi en el seno de la izquierda Abertzale.

Pero no quería hablar de eso, quiero referirme a los días que he disfrutado en mi querida Iruña, rodeado de amigas y amigos, de la gente que me aprecia, que me quiere y además de una visita inesperada, mi primo chileno su novia y su hermana. Al pasearles por la fiesta enseñándoles los diferentes instantes de la misma, comprendía que aunque parezca que nada ha cambiado de mis años mozos, en el fondo si lo ha hecho y de manera profunda en algunos aspectos.

Mantiene eso sí un valor importante, que en estos apenas nueve días no sólo hay diversión, también existe una actividad intensa en los social, te vas encontrando por el largo periplo de la fiesta con gentes que hacía tiempo que no veías. Es uno de los valores de San Fermín ese reencuentro con quienes no ves durante el año, o incluso mucho más tiempo. Gentes variadas de diferentes talantes ideológicos, del mundo de la política, de la prensa, de la música, de las artes y que quizás durante estas fiestas se transformen, en este caso para bien.

Pero este año una vez eliminado el elemento distorsionador de la ikurriña que parece afortunadamente superado, nos encontramos de sopetón con una avalancha de casos de maltrato sobre la mujer en forma de violaciones y acosos sexuales. En el momento de escribir estas líneas ya ha habido dos denuncias de los primeros y cuatro de los segundo. Todos son graves pero lo es especialmente más que la violación sea entre cinco jóvenes andaluces a una joven de 19 años madrileña, grabando los hechos con el móvil y que uno de ellos sea precisamente agente de la autoridad (guardia civil).

¿Cómo es posible que ninguno de los cinco intentara parar esta canallada? ¿Qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que cinco chavales que vienen a divertirse a una fiesta como San Fermín, acaben en prisión acusados de un delito tan execrable? ¿Qué para que gente tan joven acabe ejerciendo maltrato sexual a la mujer? ¿Dónde están quedando los valores de la generación más formada de nuestra historia? ¿Qué falla? ¿Qué podemos y debemos hacer para evitarlo?

Nuestra sociedad, nuestros políticos, nuestros poderes públicos, nuestros enseñantes deben hacerse una y mil veces estos interrogantes, para buscar soluciones eficaces que eviten esta profunda e indignante desgracia.

En una fiesta como San Fermín existe libertad, pero no puede interpretarse como libertinaje, como el “aquí todo vale”. Debe entenderse; quienes vengan de fuera deben entender esta fiesta, sus normas, algunas no escritas y sobre todo ejercitar el respeto, un respeto relajado por la fiesta pero que tienen sus líneas rojas que jamás deben ser cruzadas, ni por los de aquí ni por quienes vienen de fuera. Pamplona no puede, no debe convertirse en una ciudad sin ley, o se corre el peligro de que esta fiesta sin igual muera de éxito.

En fin, volviendo a lo positivo han sido unos días preciosos, en los que ha habido de todo desde las visitas a mi peña Muthiko Alaiak, cenas con buena compañía, amigas y amigos, mi familia, bien, muy bien acompañado, paseo con los correspondientes fritos, salidas nocturnas, la maravilla de ver los fuegos desde el bar del Baluarte, la capilla del santo en San Lorenzo, o el vermut al mediodía por los bares que rodean la plaza del Castillo. Todo eso más el calor y color de ver la corrida desde el tendido de sol, aunque te cueste la crítica de los animalistas de turno ahora que se ha puesto de moda esta nueva ideología.

Nos es agradable ver cómo hacen sufrir a un bello animal como el toro bravo, pero supongo que la mayoría de la gente, por no decir toda, de los que acuden cada tarde al coso pamplonés no va precisamente por esa razón, como tampoco lo es saber que el pollo, el cordero, o la ternera que te comes ha sido sacrificada, criada, o trasladada de manera digamos poco humanitaria.

Así son realmente los sanfermines, así deben serlo.

Y el 15 la vuelta a la realidad, negociaciones de nuevo Gobierno, la crisis en Reino Unido “Brexit” incluido, la violencia racial en EE.UU., o el drama de los refugiados.

Habrán sido nueve días de paréntesis necesario  a pesar de ciertos puntos negros como los comentados.

Gora San Fermín. Viva San Fermín.

José Luis Úriz Iglesias, afiliado al PSC viviendo en Navarra

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