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Las normas alimentarias, un abismo en la negociación comercial de EEUU y UE

Roma, 12 jun (EFE).- Las diferencias abismales sobre los estándares alimentarios están aguando las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE), una cuestión polémica que podría repercutir en otras partes del planeta.

Desde 2013 esos dos bloques llevan dando forma al que podría llegar a ser el mayor pacto comercial del mundo, aunque no parece que por el momento vaya a salir adelante.

Uno de los grandes escollos para el Acuerdo Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones o TTIP (por sus siglas en inglés) está siendo el capítulo dedicado a las medidas fitosanitarias, aseveró Brian Kilgallen, negociador de la Comisión Europea.

Kilgallen defendió en una reciente charla en la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que el pacto aumentará el comercio con el resto del mundo y «animará a otros países a adoptar estándares iguales o similares».

El representante comunitario negó que se vayan a rebajar las normas de la UE para la inocuidad de los alimentos o esté en cuestión el principio de precaución que se aplica en esa zona y que supone abandonar una política o acción cuando pueda dañar a las personas o el medio ambiente y no exista consenso científico al respecto.

Ese enfoque, empleado por muchos países importadores de alimentos ante amenazas inesperadas o por la presión de la opinión pública, contrasta con la exigencia estadounidense de gestionar los riesgos a partir de pruebas científicas.

La disparidad de principios se observa en cuestiones como el uso de pesticidas, hormonas y antibióticos en la producción animal, los transgénicos o el etiquetado de alimentos, incluidas las denominaciones de origen.

Kilgallen insistió en que los organismos modificados genéticamente (OMG) están excluidos de las conversaciones, en las que «no se están negociando los distintos estándares».

Afirmó que la Comisión sí está presionando para que haya un nivel de transparencia «equitativo» en los controles y unos procedimientos de importación «equivalentes», así como para considerar el bienestar de los animales y la resistencia a los antimicrobianos, entre otros aspectos.

También está abogando por la «regionalización» en la prevención de pestes, dijo en alusión a ese instrumento que pretende aislar las áreas afectadas por una enfermedad de manera que no se interrumpa el comercio con toda la UE por miedo al contagio.

Para Juergen Knirsh, coordinador de Comercio de Greenpeace, EEUU ha presentado «claras demandas para librarse de los estándares europeos con el argumento de que estos no están basados en la ciencia», frente a lo que la Comisión Europea «todavía no ha tomado una posición».

Así se desprende, según Knirsh, de los documentos clasificados de las negociaciones que la ONG ecologista filtró el mes pasado y que revelan la presión de Estados Unidos para que la UE se adapte a sus peticiones.

Por cómo se están discutiendo todos los capítulos, el activista auguró que llegará un momento en que los negociadores del tratado deberán dar prioridad a unas cuestiones sobre otras, por lo que la protección de los consumidores y el medioambiente podría salir perdiendo.

«El TTIP es más peligroso (que otros acuerdos) porque abarca casi todo, salvo los servicios culturales y audiovisuales», sostuvo Knirsh.

El experto Sebastian Hielm, de la Secretaría del Codex Alimentarius, recordó que los tratados comerciales no pueden violar las reglas globales de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que en materia de inocuidad de los alimentos toma las del Codex como referencia universal.

Esta colección de normas alimentarias acordada a nivel internacional fija el nivel mínimo que debería respetarse para garantizar el buen estado de los alimentos, remarcó Hielm.

Además, la OMC permite a los gobiernos adoptar medidas que afecten al comercio con el fin de proteger la salud de las personas y de los animales, o preservar las plantas, a condición de que no sean discriminatorias ni se usen como un proteccionismo encubierto.

Hielm apuntó que normalmente los acuerdos comerciales añaden puntos sobre cuestiones que no se reflejan en los de la OMC como, por ejemplo, la manera de combatir la propagación de enfermedades animales.

Y destacó que estos pactos pueden ser «catalizadores del cambio», puesto que «si los mayores exportadores de alimentos acuerdan un estándar común, será muy difícil para los demás no seguirlo». EFE

Belén Delgado

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