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Cartel del Fondo Estatal de Inversión Local en Celanova (Orense), en el que se anuncia la pavimentación de una calle.
El aumento del gasto/ inversión pública, a partir de un aumento de la recaudación impositiva, es la medida que quieren aplicar algunos populismos para solucionar los males que tiene la economía de este país.
Hace unos años el llamado Plan E de la época de Zapatero pretendió hacer lo mismo. A base de gasto en obras públicas menores, se pretendía disminuir el paro e incentivar el sector de la construcción, tan importante para este país. El resultado fue un incremento del déficit público, una nulo resultado para el paro y, eso sí, un aumento de la corrupción en casos que ahora se han descubierto como la trama Púnica, Gürtel, ERE y demás variedades.
Economistas prestigiosos de la talla de Marc Higgins, Orwell y Stone, señalan que mientras que haya un fuerte desequilibrio entre la inversión estatal y privada, las líneas maestras de la actuación económica se resienten, puesto que el dinero para lo público viene de los impuestos particulares y privados de cada uno. A mayor carga impositiva, menor inversión privada, con un retratamiento del consumo y, por lo tanto de la producción. Y eso acaba conllevando un aumento del paro y un nuevo ciclo económico negativo.
Lo privado y lo público pueden convivir perfectamente. La obsesión por lo público no conlleva nada bueno.
Todos saben que el término medio es bueno y que el radicalismo es malo. La obsesión por lo público entendida como un aumento del gasto sin límite basado en un aumento impositivo no genera buenas sensaciones en la maltrecha economía española.
