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El riesgo para el patrimonio de Palmira no ha acabado tras la salida del EI

Alicia García de Francisco.

Madrid, 5 jun (EFE).- Una gran parte de la gran riqueza arqueológica siria ha desaparecido durante la guerra y los daños son enormes en Alepo o el valle del Éufrates, además de en Palmira, donde el riesgo continúa por la acción del ejército ruso y las fuerzas gubernamentales ante la inacción internacional.

 Así lo aseguran a Efe los historiadores y expertos en Oriente Medio Maurice y Annie Sartre -que también es miembro del grupo de expertos sobre el patrimonio sirio ante la Unesco-, que acaban de publicar «La ciudad de Palmira, un tesoro arqueológico en peligro» y que han presentado en la Feria del Libro de Madrid.

Un 75 por ciento de la ciudad antigua de Alepo está destruida; en el valle del Eufrates los saqueos han alcanzado un nivel «industrial» y los bombardeos han causado destrozo en el Museo de Mosaicos de Maarat al Numan, el teatro romano de Bosra o la basílica de Simeón.

Y en Palmira han desaparecido el Arco del Triunfo, los templos de Baal Shamin y Bel, mientras que han sufrido daños el Hipogeo de los Tres Hermanos, donde los islamistas habían instalado una oficina, y el Museo, con muchas de sus piezas rotas y un enorme agujero en el techo.

«De los 3.000 sitios arqueológicos existentes en Siria, al menos un tercio ha desaparecido. La guerra ha provocado una catástrofe humanitaria, pero también histórica», afirma Annie Sartre.

Y todo ello no es causa solo de la acción del Estado Islámico, es también por los bombardeos que llevan a cabo los rusos y las fuerzas de Bachar al Asad, que han lanzado barriles de TNT desde los aviones apuntando a lugares concretos de interés histórico.

«Lo hacen como castigo a las poblaciones contrarias al régimen de Al Asad, utilizan la destrucción del patrimonio como represalia», asegura este matrimonio de expertos, que denuncian que esto ocurre en Siria desde el comienzo de una guerra que dura ya cinco años.

La ocupación de Palmira por parte del EI atrajo la atención del mundo y de los medios de comunicación pero los daños empezaron a producirse desde el primer día ya que las fuerzas de Al Asad han realizado sistemáticos bombardeos de yacimientos arqueológicos con la excusa de que en ellos se escondían rebeldes.

Además de que para el régimen de Al Asad, como pasó en su día con el Irak de Sadam Hussein, el patrimonio anterior al islam no forma parte de su acervo cultural.

Por ello, las fuerzas gubernamentales no han hecho lo suficiente para proteger Palmira ni otras zonas de Siria, igualmente saqueadas y solo las poblaciones civiles han intentado proteger los yacimientos con los pocos medios con que cuentan.

En el caso de Palmira, se añade la preocupación de los daños que puedan estar causando los militares rusos y sirios que se han establecido allí como por la falta de acciones concretas por parte de la Unesco.

El ejército ruso se dedica a llevar a centenares de personas a visitar la ciudad para demostrar que está libre, sin importarle por donde pisen, asegura Annie Sartre.

Y la directora general de la Unesco, Irina Bokova, no está haciendo lo suficiente por Siria porque es una de las candidatas a ocupar la Secretaría General de la ONU y para ello cuenta con el apoyo de Vladimir Putin, aliado del régimen de Bacher al Asad, agrega la experta.

A nivel internacional, un grupo de reconocidos expertos se reunieron a finales de abril en Varsovia para ofrecer su ayuda y pedir a la Unesco que intervenga para parar la destrucción del patrimonio sirio e impedir que Rusia comience los trabajos de reconstrucción de Palmira sin supervisión alguna.

En opinión de los Sartre, hay que esperar a que la guerra acabe para hacer un inventario de daños y estudiar la mejor forma de reconstruir o rehabilitar donde sea posible.

Mientras, miles de piezas salen a diario desde Siria vía Turquía, y también por el desierto hacia Jordania o por los países del Golfo, lo que supone una importante fuente de financiación de los islamistas.

Piezas que en su mayoría quedarán «ocultas durante 10 ó 20 años, escondidas en almacenes o puertos francos» hasta que puedan ser vendidas con falsos certificados de autenticidad, aunque ya se han producido algunas ventas en París, Turín o Londres. EFE

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