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Santa Clara «galeona» que cruzó el océano con Colón se custodia en Palencia

La primera imagen no mariana que pisó el nuevo continente junto a Cristobal Colón viajaba a bordo de La Niña y fue una imagen de Santa Clara que custodian desde hace siglos las monjas de clausura del monasterio de Santa Clara de Palencia.

Fue el mismo Colón quien eligió esta pequeña talla de la Santa como protectora de una misión que le llevaría a descubrir un nuevo continente y a cambiar el rumbo de la historia, y la superiora de las claras palentinas quien abre a Efe la clausura para compartir esta historia.

Y es que la talla, de poco más de un metro de altura y hueca por dentro para asegurar con hierros tan dura travesía, ha vivido durante siglos en clausura, oculta a los ojos de muchos y desapercibida incluso a los de la comunidad de clarisas que desde entonces la ha custodiado.

Fue la curiosidad de la madre María Luisa la que ha servido para atar cabos y ha puesto a Santa Clara en el centro de un relato que hasta ahora no se conocía, entre otras cosas porque nadie imaginaba lo que ocultaba el hábito de monja clarisa que ha vestido la imagen hasta no hace mucho.

Fue al desprenderla de su habito para restaurarla cuando la monja se empezó a hacer preguntas sobre el origen de una talla de Santa Clara tan poco común que no coincidía con el centenar de imágenes de la Santa con las que se molestó en cotejarla.

«Al darle la vuelta y ver que estaba hueca y tenía hierros, me di cuenta de que era una imagen galeona. Estaba hecha para navegar», explica orgullosa la madre María Luisa ante la atenta mirada de su superiora que asiente en silencio a este relato.

Esa fue la primera pista con la que arrancó una callada labor de investigación que sor María Luisa ha mantenido en secreto durante años, y que ahora quiere compartir, para que nadie olvide la existencia de esta talla, por lo singular de su recorrido y la importancia del hecho histórico que llevó al Almirante Cristobal Colón a hacer las Américas.

«La imagen habla por sí sola», asegura, mientras muestra, tras la celosía de la clausura, el dossier que pacientemente ha ido documentando durante años.

Porque fue Colón quien encomendó a Santa Clara tan descabellada empresa.

Una elección que no fue casual, sino que tuvo mucho que ver con el nombre con el que inicialmente fue bautizada la carabela, Santa Clara, conocida popular y universalmente como La Niña, porque era propiedad de los hermanos Niño, Juan, Pedro Alonso y Francisco.

«Y con la devoción que Colón siempre tuvo a la orden Franciscana», asegura la monja.

Porque fueron los padres franciscanos de La Rábida, convento onubense en el que se alojó Colón dos años antes de su primer viaje, los que intermediaron con los Reyes Católicos para que Colón pudiera descubrir América.

Sin olvidar que cuando la Niña, capitaneada por Colón de vuelta de su primer viaje, fue sorprendida por una enorme tempestad a la altura de Las Azores, los marineros se encomendaron a la Santa y le prometieron un voto si evitaba el naufragio, voto colombino que todavía se celebra cada 16 marzo en Moguer (Huelva).

Todo concuerda, asegura la monja: el 3 de agosto de 1492 la Niña partió del puerto de Palos de la Frontera para iniciar una gran aventura protegida por la talla que hoy se guarda en Palencia.

Y es un experto del Monasterio de Santa Clara de Moguer, con el que la madre se puso en contacto hace un par de años, quien certifica tan curiosa historia al asegurar, en una misiva enviada a la monja, que «con toda probabilidad la imagen que poseen en Palencia sea la que veló el camino de los marineros de estas tierras de Moguer al descubrimiento del Nuevo Mundo».

Los argumentos del experto son varios. El primero, que todas las circunstancias históricas del relato coinciden. Es decir, el hecho de que «la Carabela Niña fuera consagrada a Santa Clara y botada con ese nombre en 1488».

También que fuera la carabela preferida de Colón, «porque como él decía, era la más marinera» y porque le acompañó en todos sus sucesivos viajes al Nuevo Mundo.

Asegura además que probablemente, una vez inservible la nave, «Colón se reservara como recuerdo la imagen que tanto lo protegió en su devenir oceánico» ya que era conocida su devoción por la orden Franciscana de la que Santa Clara «fue su más preciosa flor».

Es por tanto lógico, según el experto, que al trasladarse a tierras de Castilla en 1504, en sus últimos años de vida, llevara consigo este tesoro, y que, antes de morir en Valladolid, se lo confiara a quienes mejor lo podían cuidar, «las benditas hijas de Santa Clara de Asís».

Por eso en Moguer ya están haciendo una réplica de la Santa para colocarla en la carabela que visitan los turistas y que reproduce con exactitud la nave.

Mientras, la talla original descansa en la parte conventual del Monasterio de las Claras de Palencia donde las hermanas veneran cada día tan importante reliquia, sabiendo orgullosas que fue la que protegió a Colón en su gran aventura.

Por Almudena Álvarez

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