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Irlanda revisa mitos y leyendas del paso de la Armada Invencible por su costa

Javier Aja

Dublín, 21 may (EFE).- Irlanda recuerda hoy el paso de la Armada Invencible por sus costas, donde naufragó hace más de 400 años, entre algunos mitos y leyendas, parte de esa flota, y con ella, una de las aventuras bélicas más ambiciosas de la historia de España.

La Armada -130 buques con 8.253 marinos, 2.088 remeros y más de 19.295 soldados- fue víctima de fuertes temporales, vientos y corrientes adversas y, en gran medida, de los brulotes ingleses (buques incendiarios) durante el verano de 1588, cuando la fuerza naval enviada por Felipe II se disponía a atacar Inglaterra para, entre otros motivos, destronar a la reina Isabel I.

Comandada por Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, VII duque de Medina Sidonia, esta «operación anfibia», conocida entonces como «La Empresa de Inglaterra», no solo fracasó por los famosos «elementos» meteorológicos a los que aludió el monarca español para justificar la derrota, sino también por una cadena de errores que marcaron su destino casi desde el principio.

Así lo explica Leoncio Alonso González de Gregorio, actual duque de Medina Sidonia, al tratar de separar los tópicos de los hechos estrictamente históricos y, de paso, limpiar el nombre de su antepasado, víctima, recuerda, de la «propaganda Tudor» que ha distorsionado la realidad durante siglos.

El experto, profesor de historia de la Universidad de Castilla-La Mancha y de la Escuela Diplomática (Ministerio de Asuntos Exteriores), participa este fin de semana en unas jornadas organizadas por el Instituto Cervantes de Dublín para revisar, a la luz de nuevos estudios y hallazgos, aquel suceso.

«Tras la derrota, a Pérez de Guzmán se le pintó como una persona medrosa, egoísta, que se había pasado la campaña metido en la bodega del barco atacado de miedo, un hombre, en definitiva ridículo. Por desgracia, esa fama injustificada se extendió», lamenta el profesor.

Cierto es que el duque de Medina Sidonia tenía poca experiencia naval cuando se hizo cargo de la Armada por el fallecimiento del almirante de Castilla Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y así se lo hizo saber a su amigo Felipe II en cartas en las que alertaba también sobre las graves deficiencias, sobre todo logísticas, que anunciaban el desastre.

No obstante, dice, era un «marino riguroso» y hábil, como lo demuestra el hecho de que logró llegar al puerto español de Laredo (Cantabria) a bordo de la nave capitana «San Martín» con «todo el casco cogido con cuerdas y a punto de desarmarse», después de enfrentarse en su retirada a más temporales y a los cañonazos de los buques enemigos, que dejaron casi 150 impactos en su estructura.

«Asimismo, consiguió una hazaña nunca más repetida, pues pudo atracar en el puerto francés de Calais para esperar, según las órdenes, a las tropas de refuerzo de Flandes con las que atacarían Inglaterra. Cumplió con su deber en la campaña y es totalmente injusto el trato histórico que ha recibido su persona», agrega.

Para entonces, el duque ya tenía mucho más claro que la misión estaba abocada al fracaso.

La flota española presentaba serias carencias técnicas frente a la inglesa, compuesta por naves más ligeras, más rápidas y manejables, con una artillería más eficaz, al tiempo que pagaba las consecuencias de los actos de sabotaje perpetrados por, entre otros, el pirata Francis Drake.

La «operación anfibia» tampoco fue el secreto mejor guardado. «Toda Europa hablaba de ella», cuenta el historiador, quien, sin embargo, elogia a los excelentes servicios de inteligencia de Isabel I, los padres del espionaje moderno.

Después de tanta indiscreción, se impuso en el imperio español la ley del silencio para amortiguar los efectos de un episodio doloroso, cuya principal víctima fue, además de un puñado de hechos, la reputación de Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor.

Gracias a los recientes descubrimientos de restos de navíos de la Armada frente a la costa oeste irlandesa, celebra su descendiente, ahora sabemos, por ejemplo, que la capacidad de fuego de los galeones españoles fue muy limitada respecto a la del enemigo.

El Gobierno irlandés confirmó en junio del pasado año el hallazgo del buque «La Juliana», hundido en septiembre de 1588 frente a las playa de Streedagh del condado de Sligo, al noroeste de la isla.

Entre otros factores, este descubrimiento fue posible gracias a que las fuertes tormentas que azotaron esta zona del país en el invierno de 2014 y 2015 levantaron los arenales que lo mantuvieron oculto durante más de cuatro siglos.

Este tesoro arqueológico, que se encuentra en proceso de restauración en Museo Nacional de Irlanda, en Dublín, incluye nueve cañones de bronce, dos cureñas de cañón de campaña, una caldera grande de bronce para calafatear, dos anclas y restos de cerámica.

Bajo la arena de la playa de Streedagh también se hallaron numerosos proyectiles de diferente calibre, señal de que muchos de ellos ni siquiera llegaron a dispararse desde unos buque de guerra inadecuados para este tipo de batallas navales. EFE

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