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Tiempo y recursos: elixir de la psiquiatría

“La inversión tanto en investigación como a nivel asistencial está totalmente desproporcionada en función de su prevalencia y relevancia social”, señala el reconocido psiquiatra Eduard Vieta. El tiempo, la formación y la superación del estigma social son piezas fundamentales en el puzzle de la salud mental. ¿A qué retos nos enfrentamos?

Los problemas de salud mental son los que van a “aumentar más en los próximos años; se calcula que en 2020 serán la primera causa de discapacidad mundial”, señala en una entrevista con EFEsalud el psiquiatra Eduard Vieta, Jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, destacado especialista sobre todo por sus trabajos en el campo de la depresión y el trastorno bipolar.

Hay enfermedades en la que, pese a tener tratamiento, no se está siendo operativo, falla la prevención, explica este experto, que menciona las llamadas “enfermedades de la modernidad: obesidad, hipertensión, depresión”, y añade que los estilos de vida las favorecen.

Se ha avanzado, pero queda mucho por hacer, evalúa. El tiempo, los recursos y el estigma social son las piezas clave en el escenario de la salud mental.

Del psiquiátrico al trabajo en 50 años

Para el doctor Vieta, la investigación en psiquiatría ha avanzado muchísimo: “Hace 50 años el objetivo era sacar a la gente de los centros psiquiátricos, mientras que ahora el objetivo es que  la gente trabaje; es un cambio cualitativo espectacular”.

En este gran avance, el especialista explica que cada vez “se intenta soslayar más la limitación de que los diagnósticos se fundamenten sólo en la observación clínica, pues por muy experto que sea el psiquiatra tiene un elemento de subjetividad”.

En España los avances se vinculas al Cibersam -Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental-, donde confluyen los 25 mejores grupos de investigación de España y la institución que actualmente produce mayores avances científicos, con un papel líder en Europa.

“Lo que hace falta en España son recursos, ya que la situación es como tener un Ferrari que va por una carretera donde no se puede correr”, señala el experto en referencia a la investigación; y agrega: “los recortes han hecho que, con una capacidad enorme, vayamos a una velocidad que no es la idónea”.

Los puntos débiles de la psiquiatría en España

A la falta de recursos, Eduard Vieta suma otras  carencias: “Tenemos una red de profesionales bien formados, pero la prevalencia de los trastornos mentales es tan alta que el mayor peso de su atención recae en la atención primaria”, siendo necesaria una mayor formación y más tiempo.

Eduard Vieta./ Imagen cedida por el protagonista

Eduard Vieta./ Imagen cedida por el protagonista

Y añade: “Tenemos una atención muy fundamentada en la farmacoterapia, con una parte buena y otra mala, porque son eficaces pero no se usan de forma idónea. Hay pacientes recibiendo fármacos y no los necesitan; y hay pacientes que necesitarían fármacos y no los reciben”.

“No hay una adecuación de la prescripción farmacológica a la patología, y es porque el sistema está colapsado de patologías relativamente menores, pero muy prevalentes a las que el sistema no responde bien, ya que el recurso más inmediato es la prescripción”, indica.

“Para las patologías graves hay una política de que el medicamento puede ser malo; el estigma de la propia enfermedad se acaba asociando a la especialidad y a la medicación, y esto genera una actitud de miedo a los fármacos y al mismo tiempo de poca potenciación de otros recursos como la psicoterapia”.

Otra tarea pendiente es el estigma social: “Un problema muy grave en el que hemos avanzado pero en el que exigimos más”,  expone.

“A día de hoy los pacientes tratados tienen barreras para trabajar, no porque no estén bien, sino porque no pueden contar que tienen una enfermedad, cuando en realidad, yo que conozco a tantas personas con enfermedad, confiaría en muchísimas al 100%”, señala el doctor Vieta.

¿Más y mejores políticas sanitarias?

“Está muy claro que la inversión tanto en investigación como a nivel asistencial está totalmente desproporcionada a la baja respecto a su prevalencia y a su relevancia social”, resalta.

Algo preocupante teniendo en cuenta que son problemas muy discapacitantes por dos motivos. El primero “es que son personas que si no están bien tratadas no van a contribuir al progreso social, ni van a cotizar, y van a consumir recursos sociales”.

Y en segundo lugar,  “son personas muy jóvenes, con enfermedades que empiezan en la adolescencia o juventud, con un largo recorrido en el que tienen un potencial impresionante de mejora simplemente actuando a tiempo y quitandonos la venda de los ojos, una venda que nos hemos puesto nosotros mismos por no querer mirar la realidad”, subraya.

Para solucionarlo faltan recursos; “hay dos tipos de recursos y los dos son necesarios”, unos más asistenciales y sociales como el hecho de que la gente pueda acceder a un trabajo protegido; y otros destinados “a la prevención y la investigación, que también es prevención porque cuanto más se investigue más cosas se van a poder evitar a la larga”, analiza.

Agitación: otro reto más

Aunque existe cierto consenso, el concepto de agitación puede variar en función de la cultura o el país. Haciendo una aproximación, se trata de “un estado de inquietud física y mental”, describe el experto.

Se trata de algo que puede ocurrir “tanto en el entorno de enfermedades, como si no las hay”, y no se trata de “psiquiatrizar comportamientos que pueden ser normales”, sino abordar un posible problema de forma preventiva para evitar que no se llegue al punto de “romper cosas, dar golpes o darse golpes, donde el concepto popular de agitación coincide con el clínico”, pues en ese caso el problema es “ que se ha llegado tarde”.

Para evitarlo, “es necesario que se conozca mejor la situación”, además de las fases clínicas. En este sentido, el experto indica que ha habido “poca formación”, algo que se ve reforzado por el hecho de que “no es como una enfermedad”, sino “un cuadro que aparece en múltiples circunstancias clínicas y no clínicas”.

Las causas más comunes de la agitación son “la esquizofrenia, el trastorno bipolar y las adicciones: (alcohol, drogas, cocaína, fármacos)”.

Así, tomando como ejemplo la esquizofrenia se encuentran dos causas comunes de agitación: la primera es por “una descompensación de la propia enfermedad, en la que el paciente empieza otra vez a oír voces, pensar que la gente está en contra suya, etc.”.

La segunda causa es en aquella en la que “los pacientes están más o menos estables, tienen lo que llamamos síntomas residuales o negativos; pacientes que no están mal pero tampoco bien, personas que están en casa, fumando, levantándose tarde, viendo la tele, sin poder trabajar y que se agitan cuando tienen un contratiempo doméstico”, pues como “la enfermedad limita la capacidad de afrontar frustraciones”, las reacciones pueden ser desproporcionadas. EFE

 

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