Suele decirse que lo que «mal empieza, mal acaba». Sirva este dicho popular para caracterizar la actuación de los países europeos con relación al tema de los «refugiados» procedentes de Oriente Medio (Siria y demás territorios implicados).
Nadie pone en duda que aquellos países que puedan permitírselo deban acoger a quienes sufren, máxime cuando proceden de una guerra o son perseguidos por otros sin razón justificable aparente. Lo que sí debería ponerse en duda y criticar abiertamente es, que únicamente por quedar bien ante los demás, por liderar a Europa o por recibir «mano de obra barata», se haya abierto, sin criterio alguno, ni siquiera el humanitario, la puerta a la llegada masiva de personas que, en su desesperación, buscan cualquier oportunidad.
La mala gestión y la hipocresía «galopante» que impera en las relaciones internacionales, en este caso, europeas, provocan estos resultados.
El triunfo en las elecciones de aquellos por los que nadie «daba un duro» hace pocos meses, demuestran el hastío de los ciudadanos hacia su clase política, de la que solo ven «buenismos» absurdos y lucha de poder.
La vieja Europa no se merece lo que le esta pasando. Las consecuencias pueden ser devastadoras. para su civilización.