A finales del siglo XIX, en Pensilvania, EEUU, un grupo de mujeres trabajadoras, fueron quemadas vivas por reivindicar sus derechos como personas. El día de la Mujer trabajadora se instituyó para homenajear a estas mujeres. Hoy, este día no reconoce solo lo sucedido entonces, sino el reconocimiento a la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.
Una igualdad que empezó con la asunción del derecho al voto, que en este país, aconteció en 1931.
Y una igualdad que debería continuar desde el momento en el que todos, hombres y mujeres, no marcan sus diferencias, ni se valen de ellas para justificar actos, posturas e, incluso, hasta ideologías.
Feminismo, Machismo, surgen como símbolos de la utilización manipuladora de la igualdad inherente entre hombres y mujeres.
La sociedad debería educar a sus miembros para no crear diferencias, salvo las que la propia creación y naturaleza, han provocado.
Las conmemoraciones, que intentan demostrar y acentuar las diferencias, muchas veces consiguen el efecto contrario, agrandar lo que separa y no permitir su eliminación.
Ambos somos complementarios. Sin uno de los dos, este mundo no sería el mismo.