Que terroristas yihadistas están infiltrados ya en la sociedad española, es un hecho que no debería sorprender a nadie. Las cifras así lo demuestran. Este año que ha terminado, el 2015, ha supuesto un aumento exponencial en el número de detenidos acusados de estar en connivencia con el llamado Estado Islámico u organizaciones afines.
Las amenazas lanzadas por estas organizaciones terroristas hacia España, hacia su Al-Ándalus, no han hecho más que aumentar el número de sus seguidores, que aquí dentro de este país y con procedencias variadas, planean en un momento dado, atentar contra objetivos españoles.
A ningún gobierno le debería temblar, la adopción de las medidas suficientes que pudieran evitar estas situaciones de gran peligro para la población en general. La incertidumbre política que se vive en estos momentos, no debería hacer descuidar la lucha contra este tipo de terrorismo, que si bien obtiene éxitos, como los que se han conocido estos últimos días, no suponen más allá que la punta del iceberg de los miembros existentes en las cedulas terroristas islámicas, que curiosamente, están cada vez formadas, por un número creciente de sirios, «refugiados» llegados, presuntamente, huyendo de la guerra, valga la redundancia, siria.