Roma muestra desde este sábado el sepulcro de la vía Ostiense, parte integrante de una necrópolis mucho más amplia y que aún permanece sepultada e inexplorada en la que, según la tradición, fue enterrado el Apóstol San Pablo
La apertura al público de este yacimiento arqueológico se enmarca en los actos del Año Santo Extraordinario de la Misericordia, convocado por el papa Francisco hasta el próximo 20 de noviembre.
Las visitas, gratuitas, tendrán lugar una vez al mes hasta el próximo junio y serán explicadas por los técnicos de la superintendencia cultural del ayuntamiento romano.
La mayor parte de este área sepulcral permanece sepultada y, como recuerdo de su remota existencia, en la actualidad puede verse este sepulcro y, unos metros más adelante, la imponente Basílica de San Pablo, donde fue enterrado el apóstol tras ser decapitado por Nerón, en aquellos años de persecuciones y cultos clandestinos.
La necrópolis estuvo en funcionamiento entre el siglo I a.C y el IV d.C y se extendía a lo largo de la vía Ostiense, la que unía el corazón de la Roma “caput mundi” con el importante puerto de Ostia.
La vía Ostiense era hace dos milenios un concurrido camino recorrido por las numerosas personas que llegaban a la capital del Imperio desde múltiples lugares y, muestra de ello, son algunas lápidas con inscripciones en griego que pueden apreciarse.