La figura del espontáneo es casi una institución en el toreo. Ese maletilla o ese novillero que se arrojan al ruedo con un cartel o con una muleta en los que aparece, bien visible, un «Quiero una oportunidad». Las medidas de seguridad en las plazas han hecho que la costumbre caiga en desuso, lo que no impide que, de cuando en cuando, algún espontáneo trate a la desesperada de dar unos capotazos al toro para alcanzar su minuto de gloria, como intentara en Las Ventas hace cuatro años Félix Gordillo «El Lojano».
El «Quiero una oportunidad» es tan proverbial que, en 1964, TVE promovió una especie de Operación Triunfo para toreros que se denominó precisamente «La segunda oportunidad». De allí saldría consagrado, por ejemplo, Palomo Linares. Y allí intentarían también alcanzar la gloria muchos otros aspirantes a torero que al final no lograrían ver cumplido su sueño.
Uno de esos toreros malogrados que participó en «La segunda oportunidad» fue Blas Romero «El Platanito». Tenía 18 años cuando se presentó en Madrid en busca de un futuro en las plazas. Y consiguió ser novillero, pero poco duraría el intento: no estaba hecho para competir con los grandes, y en 1972 terminaría arrojando la toalla y dedicándose a las charlotadas, con su espectáculo «El Platanito y su troupe».
Eso de la gente que en realidad no vale, pero se empeña en buscar su oportunidad, es algo que encontramos en todas las profesiones relacionadas con el mundo del espectáculo. En el campo de la política, por ejemplo, tenemos el caso de un maletilla voluntarioso llamado Pedro Sánchez, que persigue su oportunidad sin tregua desde hace pocos años.
Como pertinaz espontáneo, allí donde hay una cámara, una libreta o un micrófono, aparece Pedro Sánchez, tratando de llamar la atención del respetable. Y lo mismo proclama que Cataluña es una nación («¡Quiero una oportunidad!»), que comparece con una kilométrica bandera española detrás («¡Quiero una oportunidad!»). Lo mismo trona tajante contra el populismo («¡Quiero una oportunidad!»), que pacta con los populistas el reparto de ayuntamientos («¡Quiero una oportunidad!»).
Al pobre Pedro se le hacen los dedos huéspedes, pensando en esa gloria que aguarda al matador consagrado. Y busca, y rebusca, y se cuela por entre las tablas, tratando de encontrar alguien que se fije en él. El último salto al ruedo lo ha dado en la plaza del Congreso, donde el PSOE acaba de presentar una enmienda a los presupuestos generales del año que viene, pidiendo que se dedique una partida presupuestaria a exhumar los restos de Franco: «¡Quiero una oportunidad!».
Dicen que los esfuerzos inútiles provocan melancolía. El Platanito terminó fracasando también en el mundo del toreo cómico y pasó a trabajar en un bingo y a vender lotería por las calles. Y quizá debiera el maletilla Pedro Sánchez aprender de El Platanito que la gloria no siempre aguarda a los que la persiguen: tan solo espera a los que la merecen.
El pobre Pedro anda ya coqueteando hace tiempo con la charlotada. Una mala actuación en la Monumental de Barcelona el próximo 27-S, o una mala corná de ese toro bravo llamado Susana Díaz, y al pobre aspirante solo le quedará fundar su propio espectáculo cómico: Pedro Sánchez y su troupe.
Y de ahí a vender lotería de manera ambulante hay solo un paso.
Luis del Pino: Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital
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