De sorprendente, pudiera calificarse la sentencia del Tribunal Supremo por la que se pide a un tribunal opositor gallego realizar una prueba a una persona que en su día no se presentó, alegando que como era sábado, su religión no le permitía hacerla.
El tribunal basa su sentencia en la vulneración de derechos que sufre la demandante. Dicha vulneración se produce por incumplirse la Ley de Libertad Religiosa vigente en nuestro país, puesto que así viene estipulado.
Las leyes, leyes son, y un Estado de Derecho tiene que cumplirlas y acatar las sentencias surgidas de ello. Pero, todos sabemos que «hecha la ley, hecha la trampa». Cualquier abogado medianamente preparado busca lagunas legales, busca vericuetos que permiten a sus clientes salir airosos. Y en este caso así, parece ha sucedido.
El Tribunal Supremo ha pasado por encima de las personas que ese día se examinaron, ha pasado de un tribunal opositor, de un juzgado de instrucción y de, incluso, un tribunal superior de justicia, en este caso el de Galicia. Imagino que, tanto el Juzgado de Instrucción como el Tribunal Superior, de leyes también sabrían un rato, aunque no se les haya hecho ni caso.
Nos imaginamos, además, que la demandante, si el fallo no hubiera sido de su agrado, aún hubiera podido recurrir al Constitucional, que hoy curiosamente, algunos quieren eliminar por su inoperancia.
Después de lo dicho, imaginamos que habrá un aluvión de demandas, en las que se pedirá -por ejemplo- no trabajar en domingo los cristianos, los sábados los judíos o los viernes los musulmanes o cualquier otro día de la semana cualquier otra religión.
Los ciudadanos no entienden que se gaste dinero y recursos en estos asuntos, mientras que terroristas, asesinos, violadores, pederastas siguen en la calle o salen de las cárceles, porque se ha pasado el tiempo sin juzgarles etc…
Nos merecemos una justicia más eficaz, más rápida y mejor.
