Casi cada día, cada semana que pasa, asistimos en cualquier lugar del mundo, a nuevos atentados terroristas de corte yihadista. Como si de un conflicto armado se tratara, la guerra de guerrillas, basada en ataques cortos -atentados-, pero efectivos, es aplicada por el grupo terrorista, Estado Islámico (EI), con el claro objetivo de atemorizar y desestabilizar el orden mundial.
Los gobiernos y países afectados, se ven impotentes ante estos ataques y buscan, por tanto, alianzas entre ellos o con quienes eran antes sus enemigos para contrarrestar la influencia de EI.
Por otro lado, se asiste a una llegada masiva de «refugiados» provenientes de las áreas donde se encuentra asentado EI. Los países europeos se ven ya incapaces de asumir tal marea de inmigración.
Las soluciones deberían ser rotundas a ambos problemas. Los estados, llamémosles «cristianos» deberían tomar las medidas oportunas, ya alejadas de las buenas palabras.
El freno a la entrada de inmigrantes procedentes de esas zonas y la adopción de actos militares contundentes, pudieran ser opciones a contemplar. El futuro del mundo occidental, esta en juego.