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AGENDA: 12 de abril hasta 10 de mayo, Ciudadela de Pamplona, exposición Artistas Navarros s. XX

AGENDA: 12 de abril hasta 10 de mayo, Ciudadela de Pamplona, exposición Artistas Navarros s. XX
Jardines de la Ciudadela, Pamplona MNC Navarra Informacion
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La exposición permanecerá abierta hasta el 10 de mayo.

El horario hasta el 30 de abril es de martes a viernes de 17.30 a 20 horas, los sábados de 12 a 14 y de 17.30 a 20 horas y los domingos de 12 a 14 horas.

A partir del 1 de mayo, día en el que comienza el horario de verano, podrá visitarse de martes a sábados de 18.30 a 21 horas, los sábados de 12 a 14 y de 18.30 a 21 horas y los domingos y festivos de 12 a 14 horas.

El pintor Mariano Royo es el protagonista de la nueva exposición del ciclo ‘Revisiones. Artistas navarros del siglo XX’. La muestra presenta más de cuarenta obras creadas entre 1977 y 1985, año del fallecimiento del artista, en la primera planta de la Sala de Armas de la Ciudadela. Todos los datos de la retrospectiva han sido presentados hoy en rueda de prensa por la directora del área de Educación y Cultura, Teresa Lasheras, por el comisario de la muestra, Pedro Salaberri, quien además compartió estudio con Mariano Royo, y por la viuda del artista, Carmentxu Pozueta.

La mayor parte de las obras pertenecen a colecciones públicas y privadas, por lo que hay cesiones para esta exposición de particulares y de instituciones como el Museo de Navarra, la Universidad Pública de Navarra o la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona, cuadros a los que se unen los dos que posee el Ayuntamiento de Pamplona de este artista dentro de su Colección de Arte Contemporáneo.

Catálogo de Pedro Salaberri, Ignacio Aranaz, Manuel Hidalgo y Pedro Manterola

Es la cuarta muestra de una nueva línea de exposiciones sobre artistas navarros del siglo XX ya fallecidos que puso en marcha el Ayuntamiento de Pamplona en junio del año pasado con la apertura al público de ‘Ciga y París (1912-1914)’ sobre le pintor Javier Ciga. Coincidió con el centenario de la que está considera su obra maestra, ‘El mercado de Elizondo’, que fue presentada en el Salón de Primavera de París en 1914 y que actualmente es propiedad del Ayuntamiento de Pamplona. A ella le siguieron las retrospectivas del pintor Enrique Zudaire, que desarrolló la mayor parte de su trabajo en Barcelona, y la de Constantino Manzana, artista de la forja y los metales, autor de varias obras en Pamplona como la cruz que dio nombre a la plaza.

El Ayuntamiento, al igual que en las exposiciones anteriores de ‘Revisiones. Artistas navarros del siglo XX’ ha editado un amplio catálogo que recoge un estudio histórico-artístico del artista realizado por un experto conocedor de su obra, en este caso el comisario, Pedro Salaberri, y las fichas de cuarenta obras. El volumen también recoge otros textos como el comienzo del libro que Ignacio Aranaz publicó en 1986 en la ‘Colección breve de temas pamploneses’ del Ayuntamiento de Pamplona, la entrevista que realizó Manuel Hidalgo a Mariano Royo para el catálogo de la exposición en la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra de la calle Castillo de Maya en 1978 o las palabras de Pedro Manterola para el catálogo de la exposición presentada en el Pabellón de Mixtos de la Caja de Ahorros Municipal en la Ciudadela de Pamplona en 1981.

La evolución del artista

Mariano Royo (San Sebastián 1949-Pamplona 1985) realizó su primera exposición, ‘Cuatro pintores’, en 1968 en el Museo de Navarra. Los cuadros más antiguos de esta exposición datan de 1977, cuando Royo ya había abandonado la figuración. Además, en esa época fue también cuando dejó la pintura al óleo para probar, en formatos grandes, con la pintura acrílica que le permitía “estirar la materia hasta donde su imaginación le pidiera llegar” y terminar con la autocensura y los límites. En palabras de Pedro Salaberri “no podía ser libre su cabeza si no soltaba su gestualidad, no podía volar la imaginación si el brazo no podía trazar líneas como si pintara en el aire”. Por eso pueden verse en la Ciudadela cuadros en los que “hay líneas de fuerza, flechas y diagonales que parecen querer salirse de los límites y, sin embargo, esa fuerza expansiva no nos impide darnos cuenta de que todo lo que tiene que ocurrir está dentro del cuadro, todo ha sido dicho ya”. Y en los que, según Pedro Manterola, “el color se utiliza en los tonos y timbres más altos de la escala: violetas encendidos, verdes eléctricos, azules prusianos”.

En los años previos a 1977 ya había presentado sus trabajos en una veintena de exposiciones en Pamplona, Tafalla, Zarauz, Vitoria, Estella, Santurce, San Sebastián, Madrid, Vitoria o Sevilla. En 1980, protagonizó una exposición en la Bárbara Walter Gallery de Nueva York, ciudad en la que conoció a José Guerrero, pintor abstracto español, y en la que pudo comprar material acrílico que no existía en Pamplona. Tres años después enfermó y “en los dos años siguientes hubo periodos de gran serenidad y espiritualidad” con cuadros “pintados en tonos más bien fríos, y que denotan serenidad”. Sus exposiciones continuaron hasta su fallecimiento en 1985 y posteriormente, en distintas salas nacionales.

Sin límites buscando abarcarlo todo

Aunque se inició en la pintura figurativa, posteriormente siguió otros estilos, un cambio que el mismo explica diciendo “que llegues un día fastidiado al estudio y tengas que dejar la depresión en la puerta, porque tienes que ser fiel a lo que tratas de pintar y encontrar un equilibrio, un punto medio, no, eso no es para mí. Yo pinto el cuadro, me dejo llevar por el ensueño, por el estado de ánimo, por la casualidad también y después saco mis conclusiones. Necesito el cuadro pintado para saber qué pasa con él, del mismo modo que necesito que la vida sea inexorablemente cumplida para seguir vivo, para sentir que estoy vivo”.

Ahondando en esa idea, Pedro Salaberri señala que la necesidad narrativa tuvo una gran importancia en su pintura. “Desde el principio hasta el final, incluida la etapa menos figurativa de su trabajo, había una historia explícita o velada en sus imágenes. Al principio, los cuadros hablaban con un lenguaje figurativo (…) pero pintar con una cierta fidelidad lo que los ojos ven empezó a pesarle y Mariano fue poniendo en los cuadros una, dos o tres imágenes que se superponían, todo ello con la pretensión de que el resultado fuera más complejo, más rico en significados”. Royo persiguió el deseo de abarcarlo todo, por lo que optó por dividir el cuadro en partes, y el anhelo de no estar limitado ni siquiera por el formato, con lo que llegó a recortar superficies de aglomerado para acabar con los límites precisos de la obra, idea que abandonó para volver a las formas y los bordes regulares. Sintió que “lo que tenía que propiciar la libertad acababa estrangulándola”.

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