Christina Baker Kline nos cuenta esta historia, basada en hechos reales, a través de dos líneas argumentales. Una que comienza en 1929 y otra que transcurre en 2011.
A lo largo de la novela, mediante estas dos líneas argumentales que se van entremezclando sin orden a través de capítulos cortos, vamos a ir conociendo a estas dos muchachas, y tanto nosotros como ellas mismas, descubriendo que sus vidas tienen mucho más en común de lo que a primera vista se podría pensar.
Es fácil sumergirse en esta novela. El lenguaje es sencillo, la historia es conmovedora, los personajes son muy reales, con sus luces y sus sombras, eso sin contar con la curiosidad que supone adentrarnos en unos hechos históricos, en los que está basada la novela, para muchos.
Doscientos cincuenta mil niños fueron trasladados entre 1854 y 1929 desde Nueva York al Medio Oeste de EE.UU. en el conocido como el «tren de los huérfanos», unos menores cuyas silenciosas historias ha recuperado Christina Baker en una novela en la que aborda la vulnerabilidad de los abandonados.
«Muchos de ellos no contaron que eran niños de aquel tren y murieron sin desvelar su secreto. Era un estigma», asegura la autora norteamericana Christina Baker Kline, que se encontró casi por casualidad con esta historia a partir de unos recortes de periódicos de un familiar.
Fue a mediados del siglo XIX cuando un reformista protestante de Nueva York creó la Sociedad de Ayuda a la Infancia, el primer gran orfanato de la ciudad que Baker Kline compara con el Londres de Dickens.
El creador del orfanato ideó el traslado de estos huérfanos, muchos de ellos irlandeses, al despoblado Medio Oeste, adonde los niños llegaban precedidos de anuncios en los periódicos.
Los menores eran seleccionados cuidadosamente, ya que debían estar sanos, explica la escritora, que recuerda cómo los bebés y los niños capaces de trabajar eran los más solicitados. Los pelirrojos y con pecas no eran bien vistos, y las más difíciles de colocar eran las niñas adolescentes.