Las declaraciones del ministro de asuntos exteriores, García-Margallo que afirman que España ve el regreso de combatientes de Siria e Irak como una amenaza mundi, reflejan el miedo real que se tiene ante los cientos de europeos y, entre ellos, no pocos españoles que vuelven entrenados para matar y que vuelven totalmente convencidos de lo que hacen. Todo precedido del lavado de cerebro que sufren por parte de la organización terrorista de Estado Islámico.
Si bien es esta una realidad, no menos cierta es que, Europa, con su política permisiva en temas inmigratorios durante muchos años (baste ver la política española sobre el control de inmigrantes en Ceuta y Melilla) y con su política de ayudar al radicalismo islámico en Oriente Próximo y Medio cuando ha convenido (la guerra civil siria es una de sus últimos ejemplos), ha provocado el envalentonamiento de estos grupos terroristas.
No es de recibo tampoco, el silencio administrativo que los gobiernos europeos han mantenido ante el genocidio de cientos de miles de cristianos que diariamente mueren en los países islámicos. Parece que, cuando a Europa le han dado de lleno en su territorio, acordémonos de la revista satírica francesa, de los asesinatos de miembros de las fuerzas de orden público, etc, empieza a reaccionar. Aunque, seguramente, no baste con intervenciones militares, como las ya realizadas en Afganistán o en Irak y ahora con la solicitud de los dirigentes de este último país de más y mejores armas, o con una mayor presencia de las fuerzas de orden público en nuestras calles, entre otras medidas.
¿Es tarde ya para ello? o ¿Europa tiene una oportunidad de enmendar los errores cometidos?
