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Felipe VI: «Debemos cortar de raíz la corrupción»

Felipe VI: «Debemos cortar de raíz la corrupción»
El rey Felipe VI comparece ante los españoles desde el Palacio de La Zarzuela con el pimer mensaje televisado de Navidad de su reinado. Efe.
El rey Felipe VI comparece ante los españoles desde el Palacio de La Zarzuela con el pimer mensaje televisado de Navidad de su reinado. Efe.

El mensaje navideño del rey Felipe VI registró una audiencia media de 8,2 millones de espectadores y el 73,4% de cuota de pantalla en el conjunto del total de cadenas que emitieron el discurso en directo, unas cifras equiparables a las audiencias conseguidas en la década anterior, según un estudio elaborado por Barlovento Comunicación a partir de datos de Kantar Media.

Desde el año 2008, el mensaje del Rey no lograba superar los ocho millones de espectadores (8,5 millones de personas en aquel año) y, desde entonces, la audiencia fue cayendo paulatinamente hasta los 6,5 millones de espectadores reunidos en 2013, la cifra más baja de los últimos quince años.

Cercano y directo

El rey Felipe evitó los circunloquios para hablar, en su primer mensaje de Navidad, de los tres temas que se sitúan en el centro de las preocupaciones de los ciudadanos: la corrupción, la crisis económica y Cataluña.

Por primera vez y sin rodeos, el Rey hizo un llamamiento al reencuentro entre Cataluña y España y expuso sus propios sentimientos para confesar, en clara referencia al proceso soberanista: «Me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos», para concluir que » nadie en la España de hoy es adversario de nadie».

En sus anteriores discursos, don Felipe había hecho veladas referencias a la situación que vive Cataluña pero nunca había hablado tan claramente. El Rey empezó su referencia reconociendo que «desde Cataluña, se ha contribuido a la estabilidad política de toda España y a su progreso económico», para añadir a continuación: «es evidente que todos nos necesitamos». Ante esas consideraciones, don Felipe cree que el debate «no es sólo de economía o de intereses sino también y, sobre todo, de sentimientos».

El Rey admitió la existencia de desencuentros aunque consideró que estos no se «resuelven con rupturas emocionales». Como ya ha hecho en anteriores ocasiones, don Felipe reiteró en su discurso navideño la idea de que «lo que hace de España una nación con una fuerza única, es la suma de nuestras diferencias que debemos comprender y respetar y que siempre nos deben acercar y nunca distanciar». Así, la fuerza de la unidad es para el jefe del Estado «lo que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división y que camina hacia una mayor integración».

Don Felipe recordó que «la Constitución es la garantía de una convivencia democrática» y pidió seguir construyendo «un proyecto que respete la pluralidad y genere ilusión y confianza en el futuro». También admitió el Rey que para seguir avanzando en la convivencia política hay que asumir cambios. «Todo tiempo político tiene sus propios retos», dijo, y los concretó en «regenerar la vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar el Estado de bienestar y preservar la unidad desde la pluralidad».

El de Navidad es el único discurso del Rey que no debe ajustarse a los criterios del Gobierno, aunque don Felipe, como durante años hizo su padre, don Juan Carlos, lo somete a la consideración del Ejecutivo. En el mensaje navideño, el jefe del Estado puede ser más libre pero siempre ajustándose estrictamente a sus funciones constitucionales. Un equilibrio que don Felipe ha construido con un nuevo estilo, rebajando la retórica y simplificando el lenguaje; sus palabras no hacen más que fotografiar la realidad, al reconocer que «para muchos ciudadanos y para España en general, estos son tiempos difíciles y complejos, por la dureza y duración de la crisis, por la inquietud que genera la importancia de algunos problemas políticos y por las conductas que se alejan de lo que cabe esperar de un servidor público».

Sentado en una salita de estar del palacio de la Zarzuela, don Felipe empezó su discurso dando gracias a cuantos en aquella noche de celebración familiar le permitían entrar en sus casa, pero después fue directo al grano, al referirse a la desmoralización que provocan en la opinión pública los casos de corrupción. También fue tajante al afirmar que la corrupción debe ser cortada de «raíz y sin contemplaciones». Don Felipe recordó su discurso del pasado mes de octubre, en la entrega de los premios Príncipe de Asturias en el que dijo que España necesitaba «un gran impulso moral colectivo». En la Nochebuena, el Rey añadió que también «necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva», asegurando que para esa tarea «la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable».

Dos días después de que el juez José Castro abriera juicio oral contra su hermana, la infanta Cristina, don Felipe, que no hizo ninguna referencia concreta, recordó que prueba del funcionamiento del Estado de Derecho, es que «los responsables de las conductas irregulares están respondiendo de ellas» pero añadió que, «para evitar que esas conductas echen raíces y puedan reproducirse, los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos, que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública y que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse».

Don Felipe no olvidó a quienes sufren con más crudeza los efectos de la crisis y reconoció, sin ambages, que aunque las cifras macroeconómicas hablen de recuperación, los «índices de desempleo son inaceptables».

El Rey rindió un nuevo homenaje a su padre, don Juan Carlos y agradeció el cariño recibido desde su proclamación. En un guiño a la pluralidad y en un gesto inédito en anteriores mensajes navideños, don Felipe cerró sus palabras con una despedida, en nombre de la Reina y de sus hijas, en las cuatro lenguas del Estado.

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