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Se derrumba parte del tejado del convento de las Recoletas de Estella

Se derrumba parte del tejado del convento de las Recoletas de Estella
Las hermanas María Pereira y Vimala, junto al tejado roto. (D. Navarra).
Las hermanas María Pereira y Vimala, junto al tejado roto. (D. Navarra).

En el convento del arranque de la calle La Gallarda, hogar de las Concepcionistas Franciscanas Recoletas en Estella desde hace casi tres siglos, la cubierta lleva años de avisos y hace ya unos cuantos que las religiosas luchan contra su deterioro, familiarizadas con los cubos de agua con los que combaten las goteras. Pero nada como lo ocurrido hace justo una semana, cuando una parte del tejado se vino abajo en el ala que da justo a la rotonda de la calle Yerri. Bajo el boquete que permitió ver el cielo y dejó un suelo de escombros se encuentra un desván utilizado como zona de almacén. Justo en el piso inferior, las habitaciones de las monjas de clausura, a las que la localidad conoce familiarmente como las recoletas.

La situación se complica para ellas si no logran repararlo. Sólo puede empeorar este invierno y las vigas junto al tramo derrumbado no tienen tampoco demasiadas garantías. De momento, una lona tapa al menos el agujero pero hace falta intervenir con urgencia en la zona en peores condiciones y hacerlo sólo será posible si se les echa una mano para financiarlo. La obra se escapa a cualquier posibilidad de un convento que constituye una única comunidad con otro en el estado indio de Goa, cuyas quince hermanas se suman a las doce de Estella. Aunque su deseo es seguir en el edificio inaugurado en 1731 -el único que va a quedar de la congregación en Navarra-, el deterioro de una cubierta centenaria que han frenado como han podido con reparaciones y parches en distintos tramos se lo está poniendo difícil.

Ya en malas condiciones, las lluvias y fuertes vientos registrados en Estella el viernes 28 de noviembre fueron demasiado. La hermana María Pereira explicó cómo al día siguiente, poco antes del mediodía, escuchó un fuerte ruido que no acertaron a situar en un primer momento. Fue tras la comida, al subir una de las monjas al desván donde guardan su recolección de manzanas, cuando vio el destrozo causado y el agujero de dimensiones considerables que dejaba el espacio a la intemperie.

Sin tener claro todavía el alcance y por prudencia, pensando en sus compañeras, la hermana María decidió vaciar tres de las habitaciones bajo el desván y trasladar a otro lugar a sus ocupantes. “Aquí vivimos felices y contentas, nos sentimos queridas y queremos continuar en Estella. Pero sin ayuda no podemos hacer esto”, señaló. Una colaboración que sería también bienvenida en forma de tejas viejas procedentes de otros sitios que puedan ser reutilizadas aquí. Son el modelo que la normativa urbanística de Estella determina para esta zona de la ciudad y elevan considerablemente el precio de la obra.

Los trabajos que han proporcionado ingresos durante años -desde la encuadernación manual a los arreglos de ropa y ahora la venta de rosquillas- siguen ahí, pero esas labores más artesanas han ido a la baja y hoy son las pensiones de las seis hermanas españolas las que soportan la comunidad. Lo hacen a duras penas y reduciendo al mínimo cualquier gasto. El de la comida, que les llega principalmente de fuera. O el de la calefacción, limitada a la capilla, a la sala de trabajo donde comen para no encenderla en el refectorio y, solo media hora antes de acostarse, a los dormitorios.

Fuente: http://www.diariodenavarra.es/noticias/navarra/tierra_estella_valdizarbe/2014/12/08/

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