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OPINIÓN: El desafío de Mas, los medios y la alteración de la realidad

OPINIÓN: El desafío de Mas, los medios y la alteración de la realidad
Luis del Pino: Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital
Luis del Pino: Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

La Gran Gripe de 1918 fue una de las epidemias más devastadoras de la Historia de la Humanidad. En solo dos años, se calcula que infectó a la tercera parte de los habitantes del planeta y mató a entre 50 y 100 millones de personas. A diferencia de otras cepas de gripe (que se ceban principalmente en las personas más débiles, como niños y ancianos), aquella mutación del virus se demostró especialmente letal con los adultos jóvenes y sanos. Los estudios realizados recientemente con muestras encontradas en cadáveres congelados en Alaska, han permitido averiguar que ese virus mataba provocando una sobrerreacción inmunológica masiva en el cuerpo humano, lo que explica que los más afectados fueran, curiosamente, aquellos que tenían el sistema inmunológico en mejor estado.

Entre los personajes famosos que perecieron a causa de la epidemia están: el sociólogo alemán Max Weber; los escritores franceses Apollinaire y Rostand; el pintor austriaco Gustav Klimt; los hermanos Jacinta y Francisco Marto (dos de los pastorcillos a los que se les apareció la Virgen en Fátima); el líder del Partido Bolchevique durante la Revolución de Octubre, Yakov Sverdlov, o el primer ministro de la Unión Sudáfricana, Louis Botha.

Lo más curioso de aquella epidemia es su nombre, ya que en todo el mundo se la conoce como la Gripe Española, lo que resulta bastante sorprendente. En primer lugar, aquella gripe no se originó en España: existe un cierto debate en la comunidad científica sobre si la epidemia se inició en China en 1917, en el estado norteamericano de Kansas en el invierno de 1918 o en los cuarteles militares franceses de Brest en la primavera de ese año, pero lo que está claro es que no se originó en nuestro país. Tampoco fue España el país más afectado: aquí murieron unas 150.000 personas, mientras que en Francia fallecieron 400.000, en Estados Unidos 750.000, en la India 10 millones y en China 30 millones.

Entonces, ¿por qué se la llama Gripe Española? Pues, curiosamente, la razón tiene que ver con la censura de prensa. En el momento de desatarse con toda su virulencia aquella epidemia, en la primavera de 1918, Europa y Estados Unidos estaban inmersos en la Primera Guerra Mundial, y los medios de comunicación estaban sometidos a censura para mantener la moral de la opinión pública. De modo que en Alemania, en Inglaterra, en Estados Unidos o en Francia, la prensa ocultaba cuidadosamente las terribles noticias sobre el alcance de aquella epidemia que estaba diezmando a los soldados y a la población civil. Sin embargo, España era un país neutral, y la censura no actuaba para ocultar las noticias de esa gripe tan letal.

De ese modo, y aunque la gente moría a miles en Paris o Berlín, lo que la opinión pública de los principales países occidentales veía era que en España se había desatado una horrorosa epidemia, mientras que en otros países no parecía ser tan grave. Y por esa razón, aquella plaga comenzó a ser conocida como la Gripe Española.

Este episodio ilustra un principio fundamental de la comunicación y la propaganda: en lo que a la opinión pública respecta, la realidad no existe verdaderamente, sino que lo que existe es la imagen que los medios transmiten. Si los medios ocultan que hay personas muriendo a millares de hambre o de una epidemia, entonces esas personas no han muerto, en lo que a la gente del común concierne.

No es verdad que los medios de comunicación se dediquen a informar. Lo que los periódicos, la radio y la televisión hacen es «definir» lo que es real y lo que no. De ahí el interés de cualquier gobernante en controlar los medios por cualquier mecanismo a su alcance, especialmente en situaciones de crisis.

En España vivimos hoy una situación de clara emergencia, inmersos como estamos en una profunda crisis económica, institucional y de legitimidad. No es extraño, por tanto, que quienes nos gobiernan hagan todo lo posible por controlar los medios, como forma de contener la opinión pública dentro de cauces que no sean peligrosos.

Ese control de los medios no siempre es directo. Es verdad que a principios de este año se produjo la destitución en cascada de los directores de tres de los principales periódicos de este país. Y es verdad también que la intervención de los principales partidos en la conformación de muchas tertulias televisivas y radiofónicas es obscenamente descarada. Pero, en general, el control se suele realizar de una manera más sutil.

Como demuestra Noam Chomsky en su libro La fabricación del acuerdo, la autocensura es casi siempre mucho más efectiva que la censura directa, porque el autocensurado suele prohibirse cosas que el propio censor jamás se atrevería a prohibir.

Y hay una multitud de maneras de inducir en los medios esa autocensura que el gobernante busca: cancelación de campañas de publicidad institucional, ninguneos a la hora de conceder entrevistas o dar informaciones, negación arbitraria de licencias de emisión, discriminación en la concesión de subvenciones, presiones sutiles a grandes anunciantes… son muchas las maneras en que los gobernantes pueden hacer daño a un medio, y en España se usan todas. Y los medios y los periodistas lo saben, por lo que en muchos casos optan por ejercer la autocensura y se avienen a definir la realidad de acuerdo con los intereses de la casta gobernante. Y lo más gracioso es que, en muchas ocasiones, el autocensurado llega a convencerse a sí mismo de que está diciendo lo que libremente quiere decir, en un intento inconsciente de preservar la propia dignidad.

En los próximos meses viviremos una agudización de los ataques a la vigente Constitución, pero el verdadero peligro no proviene de los propios separatistas, porque nuestro estado de derecho cuenta con medios suficientes para garantizar que los delirios de Artur Mas sean convenientemente neutralizados. El verdadero peligro está en que la casta que nos gobierna pretenda usar como coartada ese órdago secesionista, para colarnos de rondón a los españoles una reforma constitucional en sentido confederal, que blinde su poder.

Y es en ese contexto en el que los medios de comunicación cobrarán una importancia fundamental de cara a la opinión pública, a la hora de presentar como inevitable una reforma que, en realidad, no lo es. Por supuesto que hace falta una reforma constitucional, pero para eliminar el fallido estado de las autonomías, no para blindar los poderes autonómicos. Pero aquí a lo que va a jugarse es a tratar de convencer a los españoles de que suicidarse como Nación tendría grandes ventajas para ellos.

Los medios de comunicación son imprescindibles a la hora de establecer esa realidad ficticia que nuestros gobernantes necesitan desesperadamente. Y de la misma manera que a España se le atribuyó injustamente en 1918 el origen de la gripe más mortífera de de la Historia, debido a la censura de los medios, también ahora puede ser España la perdedora en esa batalla de opinión pública que va a librarse.

Y es precisamente por eso que los escasos medios libres que aún resisten, y también las redes sociales, tendrán que poner toda la carne en el asador a la hora de poner de manifiesto la superchería. Y a la hora de reivindicar que la única garantía de libertad, igualdad y democracia es, precisamente, la Nación española.

Luis del Pino: Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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1 Comentario

  1. Carlos

    Lo que debe hacer España es lo que Francia o Alemania han hecho: limitar por completo a las autonomías. Un bretón, un provenzal o un occitano es ante todo francés.Todos mantienen sus costumbres y lenguas propias y se sienten franceses y parte de la nación francesa.
    Dudo que en Escocia, ejemplo del homo catalanus, si se descubre que Salmond tiene patrimonio oculto en Andorra o Lietchestein sea arropado y protegido como Pujol. Es la diferencia de naciones democráticas maduras a las dos regiones mimadas del franquismo y consentidas tras la transición gracias a los pactos con Suarez, González y Aznar.

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